El turismo corre el riesgo de convertirse en su propia víctima a causa de sus innumerables atentados contra la naturaleza, ya que el medio ambiente casi no es tenido en cuenta en los planes de desarrollo turístico en el mundo, advierten varios expertos.
El turismo mundial batió un nuevo récord en 2006 con 842 millones de visitantes, según cifras de la Organización Mundial de Turismo (OMT).
Pero «no podremos continuar impunemente con este impulso con 9 mil millones de habitantes en la Tierra (en 2050, según la ONU, ndlr) y entre 2 mil y 3 mil millones de turistas», advirtió el universitario francés Jean Pierre Lozato Giotart.
El turismo devora el paisaje, lleva a la pavimentación del litoral y las montañas, acelera el calentamiento climático por el transporte aéreo en masa, afecta los sitios culturales cada vez más frecuentados e invade los últimos espacios de naturaleza aún virgen al buscar senderos menos transitados.
La Antártida aparece así como la última frontera del turismo, con unos 100 mil visitantes por año, suscitando la inquietud de la ONG Coalición Antártida y Océano Sur.
«Si destruimos el ambiente, destruimos el turismo», comentó Lozato Giotart durante una reunión en París con la Asociación de Periodistas-Escritores para la Naturaleza y la Ecología (JNE).
El turismo debe invertir en la protección de la naturaleza, estimó en su libro «El camino hacia el ecoturismo».
Sin embargo, los ejemplos de políticas turísticas que tengan en cuenta al ambiente aún son pocas.
En las islas Seychelles, la política iniciada por las autoridades «parece de vanguardia, con medidas que van por una vez más allá de lo simbólico», estimó Lozato Giotart: pocos o ningún puerto de recreo, por lo tanto no hay grandes barcos, ninguna construcción pesada a menos de 150 metros de la costa, nunca más de 30% de ocupación de la tierra por parte del conjunto de infraestructuras, utilización de la energía solar.
Las Maldivas han adoptado una política similar.
Pero estas medidas implican limitar las construcciones y la cantidad de turistas y privilegiar un turismo de lujo reservado a una minoría.
No obstante, esta forma de desarrollo turístico tampoco es virtuosa, ya que subirse a un avión para viajar a estas lejanas islas implica «emitir toneladas de CO2», observa Jean Maroc Jancovici, experto independiente sobre clima y energía.
El plan de desarrollo del sitio de Angkor Wat en Camboya «toma más en cuenta el ambiente, con un horizonte en los años 2010-2013», estima Lozato Giotart.
Pero allí también la opción para el alojamiento privilegia a los establecimientos de gran lujo.
«El turismo más ecológico, del punto de vista de las emisiones de gas con efecto invernadero, consiste sobre todo en ir de camping junto al mar», subraya Jean Marc Jancovici.
Pero incluso allí los turistas contaminan y dejan montones de basura, subraya Christian Buchet, historiador del mar.