Vestido y alborotado se quedó el diputado Meyer


Tengo la impresión de que el Presidente del Congreso debe estar sumamente frustrado y desilusionado por la reacción no sólo de sus adversarios polí­ticos, sino de sus propios correligionarios en contra del acariciado proyecto del diputado Eduardo Meyer Maldonado de construir un edificio que sea digno de acoger en su seno a los amados padres de la patria.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Como usted probablemente está enterado, el Presidente del Organismo Legislativo se quemó las pestañas durante muchas noches de insomnio y vigilia para crear en su imaginación la forma arquitectónica que tendrí­a el nuevo edificio, hasta que encontró a los técnicos en la materia que plasmaron en planos la idea que bullí­a en la febril mente del dirigente de la UNE.

Mientras tanto, el diputado y médico Meyer puso en movimiento a sus asesores, asistentes y colaboradores para que buscaran el sitio apropiado donde se erigirí­a el moderno y funcional edificio legislativo, hasta que lograron ubicar un amplio terreno en la zona 15.

Sin embargo, el ex rector de la Universidad de San Carlos no se imaginaba que tan pronto como diera a conocer los planos que encargó a arquitectos de reconocida capacidad y experiencia, diputados de todas las tendencias polí­ticas atacarí­an con denuedo el brillante proyecto del también ex ministro de Educación.

De repente, legisladores que jamás han demostrado alguna preocupación por los problemas sociales del paí­s, se convirtieron en adalides de las clases marginadas y le enrostraron al Presidente del Congreso que cómo era posible que cupiera en su cerebro la idea de construir un edificio cuyo costo es de 63 millones de dólares, equivalente a algo así­ como a 485 millones de quetzales, habiendo tanta miseria en el paí­s.

Parlamentarios que generalmente han sido herméticos en sus pausadas declaraciones, expresadas muy eventualmente, de pronto se convirtieron en locuaces crí­ticos del presidente Meyer, y para ajuste de penas sobrevinieron los primeros soberanos aguaceros que presagian un invierno copioso, para lo cual el Estado debe estar preparado financiera y técnicamente a fin de hacerle frente a las contingencias, y para lo cual se requieren alrededor de Q100 millones, por de pronto, como medida de prevención.

En medio de las discusiones públicas que se ventilaron en los medios de comunicación social acerca de la conveniencia o no de construir el nuevo Palacio Legislativo, un fuerte chaparrón inundó la población de Palí­n, causando severos destrozos, la muerte de una pobre mujer y la destrucción de precarias viviendas, con lo que quedaron al desnudo, nuevamente, las desventajas en que nos encontramos los guatemaltecos ante la furia de los elementos y la escasez de recursos para financiar la recuperación de la infraestructura.

Paralelamente se dieron a conocer informaciones acerca de la crisis alimentaria y el estado de desnutrición en que se encuentra la niñez de las clases populares, ocupando Guatemala el nada honroso primer lugar en esa materia en toda América Latina y el Caribe.

Pero yo creo que la gota que rebalsó el vaso que contiene el ambicioso proyecto del diputado Meyer, fue la pertinente, aguda y oportuna declaración de una fogosa parlamentaria que se refirió al área donde se planeaba erigir el edificio. Aunque apenas logré escuchar las últimas palabras que dio a conocer en un informativo de la televisión, recuerdo que la impetuosa legisladora Roxana Baldetti dijo que cómo era posible que se pensara en construir el controvertido edificio en la zona 15, tomando en consideración que casi todas las protestas y manifestaciones populares pasan o desembocan en el Congreso, por lo que de antemano se podrí­a imaginar el estado calamitoso en que quedarí­an las residencias de tan exclusivo sector, que serí­an el blanco perfecto de la barbarie de las nuevas hordas del populacho, armadas de brochas y aerosoles, y alborotando la tranquilidad de los moradores de aquella zona privilegiada de la ciudad.

Ante tan contundente argumento, sospecho que el mismo diputado Meyer comprendió lo absurdo de su proyecto y dio marcha atrás a sus filantrópicas intenciones.

(El perverso del Romualdo Tishudo comenta que un diputado al Congreso es tan pequeño de estatura que jamás de los jamases le cabe la menor duda)