Very important people


No cabe duda, y aunque sean comentarios que se repitan hasta el cansancio, Guatemala es un paí­s de los extremos. De contrastes. Habitan personas con suficiente poder económico que no envidian para nada a los millonarios centroamericanos, pero hay también los que viven en la suficiente pobreza para engordar las cifras que nos recuerdan lo miserables que somos; tenemos parajes paradisí­acos que ensanchan el orgullo nacionalista de aquellos que esconden sus problemas en una capa patriótica o en un banderí­n de diez quetzales, pero hay también escenas tan tétricas que golpean el alma de los cazadores de gráficas y sacar de ellas grandilocuentes fotografí­as que forman parte de los portafolios premiados afuera.


Contrastes. Desigualdad. Aún se recuerdan aquellas célebres frases del ex presidente í“scar Berger asegurando -más que interrogando- sobre la pobreza en el paí­s: «Yo no he visto que los restaurantes dejen de llenarse», «yo no he visto que los vuelos dejen de salir del aeropuerto», recordaba el último abanderado de la derecha polí­tica que hoy disfruta de su tiempo libre en la Costa Sur del paí­s. Probablemente tenga razón y los crí­ticos de los medios de comunicación tengan malas intenciones al sacar diariamente evidencias de que las zanjas sociales no han sido rellenadas de ningún modo. í‰l quizá, junto a una gruesa capa de la sociedad que no logran ver más allá de sus blindados no percibe lo que perciben los guatemaltecos que viajan como sardinas en las chatarras-con-cuatro-ruedas-y-vomita-humo; él quizá, junto a los que van cobijados en los Mercedes o beemedoblevés no escucha la lluvia mañanera, misma que se convierte en amenaza para los que viven bajo lienzos de lámina y madera a un costado de los cerros.

Esas son las grandes zanjas que separan a las guatemalas. Pasaron casi cuatro décadas de una guerra que más que cambios terminó con la masa intelectual guatemalteca y, nada cambió. Hoy, por ejemplo, con facilidad es detenido un pequeño consumidor de hierba o un infractor múltiple, acaso un desprevenido conductor, un carterista, un ladrón de calcetines, un fanático del desorden urbano, de inmediato son ligados a procesos que los obliga a permanecer en sectores del Preventivo jugándose la vida entre homicidas, violadores y todos los etcéteras que le ponen la piel de gallina a cualquiera; entretanto, aquellos que no corrieron con suerte con sus movidas de millones y que para su desdicha los sorprendieron teniendo que enfrentar la justicia, pasan a espacios especiales. Hablamos de los prisioneros con privilegios que conviven o disfrutan de su prisión temporal en el Sector 12 del Preventivo, lugar a donde esta semana fue enviado un nuevo huésped: el ex diputado Héctor Loaiza Gramajo, a quien algunos se les ha ocurrido llamar El Zar de la Gasolina. Bien dicen por ahí­ que las cárceles son espejos de la sociedad, no por nada esos contrastes que se pintaban al inicio de estas lí­neas se reproducen tras las rejas.

Por Eswin Quiñónez

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