El primer ministro saliente belga, Guy Verhofstadt, inició hoy sus consultas para trata de sacar a Bélgica de la grave crisis que atraviesa y lanzar la reforma del Estado exigida por la mayoría flamenca, en el marco de la misión que le encargó el rey Alberto II.
Verhofstadt dijo que quiere trabajar rápido, pero al mismo tiempo se dio un plazo de un mes para ver si es posible poner fin a la crisis que atraviesa el país, sin nuevo gobierno desde las elecciones legislativas del pasado 10 de junio.
El gobierno saliente de Verhofstadt podrían continuar en funciones hasta las elecciones regionales previstas para mayo o junio de 2009, y a las cuales se le sumarían nuevos comicios legislativos federales, según medios belgas.
Este es un escenario «posible», aunque causaría «problemas jurídicos» ya que Bélgica no acostumbra tener «gobiernos minoritarios», estimó el martes el politólogo Jean Faniel.
Jefe de gobierno belga desde 1999, Guy Verhofstadt fue derrotado en las elecciones del 10 de junio pasado, pero continúa administrando los asuntos corrientes del país al frente de una coalición liberal-socialista hoy en día minoritaria.
El fracaso el sábado pasado de las negociaciones para formar nuevo gobierno encabezadas por el líder cristiano-demócrata flamenco Yves Leterme, ganador de las últimas elecciones, volvieron a colocar a Verhofstadt en el centro de la escena.
El rey Alberto II mantuvo el lunes dos audiencias con el primer ministro saliente y le pidió que «le informe a muy corto plazo sobre la forma de salir de la parálisis actual y efectuar todos los contactos necesarios a tal efecto».
Tras reunirse con el presidente de la cámara de Diputados y del Senado, Verhofstadt tenía previsto iniciar su ronda de consultadas con los titulares de todos los partidos belgas, con excepción de la ultraderecha.
Según indicó el lunes, Verhofstadt buscará el modo de resolver «cuestiones urgentes» como la preparación del presupuesto 2008, fundamental para el funcionamiento del país, así como lograr la «apertura de negociaciones» para efectuar las reformas que a su entender necesita Bélgica.
Este último punto es el principal eje de desacuerdo entre los partidos de Flandes (norte) y los francófonos, que temen la reforma de las instituciones belgas reclamada por los primeros para obtener mayor autonomía.
Durante sus ocho años de poder, Verhofstadt había logrado meter en el «refrigerador» las cuestiones comunitarios que oponen a los flamencos, mayoría en Bélgica (60% de la población) y los francófonos (40%).
Pero el resultado de esta política de mesura ante las reivindicaciones crecientes de Flandes fue la derrota de su partido a manos de fuerzas como el CDV de Leterme, que construyeron su victoria asumiendo los reclamos flamencos de una autonomía más grande.
El gobierno federal belga debe estar compuesto por siete flamencos y siete belgas de lengua francesa y un Primer Ministro «neutral», pero que tradicionalmente representa a la mayoría lingí¼ística del país.