Quería encontrarte, Muerte,
en la cómoda cama
de una suite
de un hotel de 5 estrellas.
Quería encontrarte
en una clínica privada
así, con el suero
saturado de morfina,
dormida,
suave,
sutilmente.
Quería encontrarte
en mi casa,
en mi dormitorio,
acurrucada entre las sábanas,
en mi almohada.
Pero no fue así.
Te encontré disfrazada
en la calle
vestida de navaja
vestida de bala
vestida de chofer
imprudente y borracho.
Te encontré perdida
deambulando en la banqueta
vagando como si nada
lastimando a cualquiera.
Te encontré disimulando
escondiéndote en SIDA
escondiéndote en cólera
escondiéndote en gripe porcina.
No seas tan mala;
no me empujes,
no me hagas a un lado,
que ya me haces falta.
Te busqué, Muerte,
en la orilla del puente,
en un lazo colgado de un árbol,
en el cañón de una pistola,
en un frasco repleto de píldoras
y de veneno.
Y huiste de mí.
Vos también me abandonaste.