El 13 de diciembre de 1986 apareció publicado en Diario La Hora, el vespertino de la 9a. calle «A», zona 1, antiguo Callejón de Huérfanos, mi primera colaboración, con el acápite de: Colaborar con La Hora. Empero, me parece que fue ayer, opositor al avance del inflexible Cromos, cuando distanciaban 14 años para el término del siglo XX «de las luces».
Sabido es la liberalidad y amplitud de que goza, entre otras características de manifiesto, sin ambages, su consejo directivo. Dos, tres días después a lo sumo, llevé unos materiales, a tiempo de ser admitido para formar parte del grupo heterogéneo de columnistas, ampliamente conocidos en las lides del diarismo escrito, de diversos enfoques y criterios.
Enorme complacencia experimenté en línea de caudales del nivel afectivo, por cuanto que prosigo considerándolo significativo, motivador y estimulante en la pluralidad de términos, al servir de alcance a mis propósitos. Desde tiempo atrás mantuve interés y entusiasmo por conformar uno más del grupo identificado al Decano de la prensa independiente nacional.
Sus batallas en defensa de la libertad de prensa, a título de adalid, dado a su fundador, licenciado don Clemente Marroquín Rojas, es el pendón de valía. Misma postura que persiste como bandera al viento por sus descendientes, representa el connotado prestigio digno de mérito. Además de restantes embates dirigidos a defender también la soberanía y las causas de patriotismo encendido.
Llevé en mis sencillas alforjas varios años ininterrumpidos en El Imparcial, de naturaleza vespertina asimismo. Corresponsal inicialmente en San Cristóbal Verapaz y más tarde colaborador en ciudad capital. Mis materiales se vieron acogidos en la página literaria, a cargo del ilustre escritor y poeta, don César Brañas, hasta que expiró tras el aciago terremoto del 4 de febrero de 1976, de tristes recuerdos.
En el medio que cuenta con numerosos lectores en diversos ámbitos nacionales y allende nuestras fronteras, no claudica jamás, consecuente con los puntales que le dieron vida hace noventa años. Sucesivas épocas ha afrontado con hidalguía, rectitud y honradez, que en suma son la mejor prueba, en forma de bastión ante los halagos políticos de añadirse al aluvión falaz.
Quienes desempeñan con propiedad y créditos, importante función doble de opinar e informar, inclusive por análisis de enjundia y crítica constructiva en el colectivo de temas inagotables, lo desarrollan a la medida del deseo. Sobrada razón para que respondan al exacto calificativo de columnistas, congruente con el espacio físico de la respectiva diagramación.
En lo que a mi concierne, estoy de acuerdo que sólo me corresponde el rol de colaborador del diario que me brinda hospitalidad desde la fecha anotada al inicio, ininterrumpidamente hasta el presente, en total veinticuatro años. El traje de columnista me queda grande. Pero tengo algunos estímulos devenidos directamente de unos pocos de mis lectores.
Testigo soy en consecuencia del desarrollo en aras de la moderna tecnología demostrada por Diario La Hora, a través de su IV época, donde su fundador y primer director, don Clemente, con valentía a toda prueba y vicisitudes a granel libró durante la tiranía oprobiosa del general Jorge Ubico Castañeda, sin vacilar ni doblar nunca la cerviz.
Colaborar con un medio como La Hora en la actualidad, donde la internet a la cabeza de la moderna tecnología, viene a ser una satisfacción mayúscula y un reto constante de accionamiento al compás de dichos avances superiores que demandan los lectores y la sociedad en general. Ciframos firmes esperanzas que la hospitalidad de que soy objeto continúe.
A todo el personal que hace posible a diario la edición del vespertino aludido, con respeto y aprecio les envío mis calurosas y sinceras felicitaciones por estar dispuesto mi pensamiento a exteriorizar hoy y siempre las presentes letras. Constituye un acontecimiento social y cultural, propicio para batir palmas. Que el devenir les sea venturoso.
Guatemala