Vaya si no somos flojos


Los guatemaltecos entre tantas virtudes y defectos tenemos enorme capacidad de asombro, una piel suprasensible a los menores cambios de temperatura, terrible percepción de hechos cuando de adelantar la hora se trata, como una actitud siempre artera para cortarle la cabeza al primer ciudadano que trate de sobrepasar la barda polí­tica. Pero hay algo más que nos distingue: los flojos, aguantadores, perdonadores y olvidadizos de todo, en especial lo que puedan hacer nuestras autoridades, muy buenas para poner cara de circunstancia ante las cámaras y micrófonos, para advertir que les van a deducir responsabilidades a quienes hayan hecho micos y pericos con la ley, en especial con la Constitución de la República.

Francisco Cáceres Barrios

Si no es así­, ¿por qué todos los polí­ticos andan haciendo propaganda electoral antes de tiempo y todaví­a aseguran que cuando lleguen al poder o al hueso que pretenden alcanzar van a velar por el fiel cumplimiento de las leyes que nos rigen, siendo esto la principal causa de que aquí­, todos los chapines hacemos lo que se nos da la gana? (A lo mejor por ello se escogió la misma abreviatura para el partido oficial).

En los años que llevo de conocer la folclórica polí­tica que nos caracteriza (y vaya si no me pesan) he aprendido que si algo nos hace pegar un brinco de nuestros asientos es la amenaza a nuestra soberaní­a. De esa cuenta (cuánto no se ha escrito sobre la llamada invasión a nuestro territorio de 1954; de la intervención de los presidentes norteamericanos en asuntos internos que ni les van ni les viene o de haberse prestado una finca de Retalhuleu para que sirviera de lugar de entrenamiento de las fuerzas capitalistas invasoras a la próspera y bella democracia radicada en la patria de José Martí­?

No soy integrante de alguna organización oscurantista de derecha. Tampoco capitalista, pues tan solo soy uno de tantos ilusos que quisiéramos se hiciera valer aquel grandioso principio democrático de contar con un gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. De ahí­, que así­ como rechazo cualquier tipo de privilegio, pido que se aplique aquel otro principio que dice que todos somos libres e iguales en dignidad y derechos, lo que me motiva a rechazar cualquier disposición, convenio o acuerdo que conceda, por ejemplo, privilegios de inmunidad a los integrantes de una organización convenida por nuestro paí­s con otra, ya fuera de carácter internacional o extranjera. Eso lo dicta la Constitución y no es cosa que me la esté inventando; entonces, ¿por qué ser tan bravos defensores de la ley y de la soberaní­a para unas cosas y tan flojos para otras, así­ se trate de la panacea que pueda ser del mentado CICIG o la carabina de Ambrosio?