Casi sin voz, Mario Vargas Llosa alabó de nuevo la literatura por ser un óbice para las tiranías y un motor del progreso, al inaugurar el miércoles en Estocolmo una exposición sobre su vida y obra, mientras espera el Nobel de las letras «abrumado» por los honores.
«Estoy abrumado, sobrecogido», declaró con voz muy ronca el primer Nobel de Literatura de lengua hispana desde el mexicano Octavio Paz, galardonado en 1990, en un acto en el Instituto Cervantes, donde se inauguró la exposición «Mario Vargas Llosa. La libertad y la vida».
«Nunca me hubiera imaginado que una profesión tan hermosa como es la literatura, que me ha dado tantas satisfacciones en la soledad en que escribo, un buen día se convertiría en lo que ha sido mi vida en estas últimas semanas», declaró el escritor de 74 años, que desde que recibió el anuncio del Nobel, a principios de octubre, vive en un constante frenesí.
Rodeado de toda su familia -sus hijos, nietos y su esposa Patricia, a quien en su discurso en la Academia Sueca, Vargas Llosa rindió el martes un vibrante tributo en el que se emocionó hasta las lágrimas, y por supuesto ella también-, el Premio Nobel reiteró que la literatura «nos ayuda a vivir» y también a ser «más libres».
«Creo que la literatura tiene que ver mucho con la libertad y por eso me alegra enormemente esta exposición, «La libertad y la vida». No es un estereotipo, es una realidad», dijo el escritor, que elogió la «lengua de Cervantes, Góngora, Quevedo».
La muestra -manuscritos, objetos personales y correspondencia de amigos- incluye una misiva que no estaba presente cuando se expuso en Perú y en la Casa de América Latina de París: la carta que le anuncia la atribución del Nobel de Literatura 2010, dotado con un cheque equivalente a casi 1,4 millones de dólares.
En su breve intervención en el Instituto Cervantes, el escritor -que fue derrotado en las presidenciales de su país en 1990, tras lo cual se nacionalizó español-, volvió sobre el tema central de su discurso de aceptación del Premio Nobel: la literatura como disfrute, pero también como estimuladora de rebeldía.
«La literatura es un entretenimiento extraordinario, enriquecedor. Pero además de enriquecernos la vida, creo que nos estimula a desear más, a querer más cosas que aquellas que queremos».
«Y esa insatisfacción es el gran motor del progreso. Gracias a esa insatisfacción, hemos salido de las cavernas», agregó el novelista que fue distinguido por la Academia sueca por «su cartografía de las estructuras del poder y su reflejo agudo de la resistencia del individuo, de su revuelta y de su fracaso».
Por eso «creo que la literatura ha hecho más libres a los seres humanos. Con los buenos libros hemos podido ir ensanchando esa cosa hermosa que es la libertad», reafirmó.
«Eso lo saben bien las tiranías, por eso todas ellas sin excepción siempre han tratado de poner trabas y orejeras para limitar el ejercicio literario y artístico», denunció el escritor, que fustigó en su discurso de la víspera a «todas las dictaduras, de cualquier índole».
«Un pueblo impregnado de buena literatura es un pueblo díscolo, difícil de amaestrar», concluyó el escritor, que recibirá el viernes el Premio Nobel de Literatura 2010, de manos del rey Carlos Gustavo de Suecia.
Octavio Paz (1990), el español Camilo José Cela (1989), el colombiano Gabriel García Márquez (1982), el español Vicente Aleixandre (1977), el chileno Pablo Neruda (1971), el guatemalteco Miguel Angel Asturias (1967), el español Juan Ramón Jiménez (1956), la chilena Gabriela Mistral (1945), y los españoles Jacinto Benavente (1922) y José Echegaray y Eizaguirre (1904) lo precedieron en este honor a las letras hispanas.