Van Rompuy asume presidencia de UE con el reto de dar la talla


El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy (I) estrecha la mano del presidente de Eslovenia, Danilo Turk, antes de su reunión en la capital Ljubljana. Van Rompuy está en una visita oficial a Eslovenia. AFP PHOTO / HRVOJE Polan

Con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, el ex primer ministro belga Herman Van Rompuy se convirtió hoy en el primer presidente de la UE, con el reto de desmentir a sus detractores y demostrar que dispone de las facultades idóneas para desempeñarse en el cargo.


La británica Catherine Ashton asumió sus funciones como Alta Representante de Relaciones Exteriores, reemplazando al español Javier Solana, en medio también de crí­ticas que consideran que el puesto le queda demasiado grande a esta polí­tica sin experiencia.

El primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, cuyo paí­s ocupa la presidencia rotativa de la UE, se refirió hoy a una «nueva era» para el bloque, con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa y la creación de ambos cargos.

También el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, se mostró optimista al asegurar que la «UE será capaz de hablar con una voz fuerte en la escena internacional».

El texto, heredero del proyecto de Constitución Europea que nunca vio la luz, está diseñado para agilizar la toma de decisiones del bloque, reforzar los poderes del Parlamento Europeo y dar a la Unión una mayor visibilidad en el mundo.

Pero las ambiciones del Tratado parecen haberse contradicho con la elección de los casi desconocidos Van Rompuy y Ashton por parte de los jefes de Estado y de gobierno de la UE, quienes según algunos habrí­an sacrificado un liderazgo fuerte del bloque por mantener el peso de sus paí­ses en la toma de decisiones.

Van Rompuy «será un presidente encargado de acercar los puntos de vista. Su papel se limitará a la influencia» sobre los lí­deres de los 27, estimaron los profesores Thierry Chopin y Maxime Lefevbre en un estudio publicado esta semana por la Fundación Schuman.

El propio Van Rompuy, un democristiano flamenco muy respetado en Bélgica durante el corto año que pasó al frente del gobierno, parece decidido a permanecer en ese perfil de moderador en la sombra en el que lo han enmarcado.

«Mis palabras clave serán continuidad y coherencia», señaló el martes en Eslovenia.

«Es importante para mí­ tener en cuenta los intereses y las sensibilidades de cada uno», insistió un poco más tarde en Roma y antes de viajar a Lisboa para asistir a una ceremonia para marcar la entrada en vigor del tratado.

Aun así­, recientemente reconoció su visión «federalista» de la construcción europea, sin ser un «fundamentalista», pero sobre ese punto en seguida le aconsejaron mostrarse prudente para no incomodar a los Estados celosos de sus soberaní­as nacionales.

Ashton, por su parte, asume el puesto de Alta Representante de Relaciones Exteriores con unas prerrogativas reforzadas respecto a su predecesor y acompañadas por un vasto servicio diplomático europeo.

«No parece responder al perfil ideal de ministra europea de Relaciones Exteriores. No conoce las cuestiones diplomáticas y jamás se ocupó de una función ministerial importante en su paí­s», destacan Chopin y Lefebvre.

A su inexperiencia, se suma la dificultad que la británica tendrá para imponerse a las capitales más poderosas y renuentes a ceder su influencia diplomática, como son Parí­s, Londres y Berlí­n.

«La idea de confiar la diplomacia de Europa a Inglaterra, es decir, a un paí­s que no quiere en ningún caso una diplomacia europea», se asemeja a «una caricatura», lamentó el ex primer ministro francés Michel Rocard.

DOCUMENTOS Tratado de Lisboa


El Tratado de Lisboa, que entró en vigor hoy, pretende mejorar el funcionamiento interno de la Unión Europea (UE) y fortalecer su peso en el mundo.

Firmado en la capital portuguesa el 13 de diciembre de 2007, el Tratado prevé crear un cargo de presidente estable, mecanismos para facilitar la toma de decisiones entre miembros y reforzar el Europarlamento.

– UN PRESIDENTE A TIEMPO COMPLETO:

El tratado instaura un presidente estable del Consejo Europeo (el organismo de los dirigentes de la UE), designado por esta instancia por dos años y medio, con un mandato que puede ser renovado una vez. La rotación semestral continuará para la presidencia de los consejos de ministros, exceptuando el de Relaciones Exteriores.

El presidente coordinará los trabajos del Consejo Europeo y podrá representar a la UE en el extranjero, para darle rostro y voz.

No obstante, la delimitación de sus funciones todaví­a no está clara con respecto a las del Alto Representante de la UE para la Polí­tica Exterior y la Seguridad, cuyos poderes son reforzados, y que contará con un verdadero servicio diplomático. Esta ambigí¼edad podrí­a ser una fuente de conflictos en el futuro.

El Alto Representante de Polí­tica Exterior acumulará las funciones de vicepresidente de la Comisión Europea.

– SE FACILITAN LAS DECISIONES:

El nuevo tratado suprime las posibilidades de vetos nacionales (introduciendo decisiones por mayorí­a cualificada) en unos 40 temas, principalmente en lo que respecta a la cooperación judicial y policial.

Los británicos y los irlandeses obtuvieron la posibilidad de aplicar las decisiones en esas materias cuando quieran.

La unanimidad sigue siendo la regla para la polí­tica exterior, la fiscalidad, la polí­tica social y la revisión de los tratados.

– UN NUEVO SISTEMA DE VOTOS:

El nuevo sistema de toma de decisiones por voto de los Estados es considerado más claro y equitativo. Se tomará una decisión por mayorí­a cualificada si la misma obtiene el apoyo del 55% de los Estados (15 en un total de 27 actualmente) que representen al 65% de la población de la UE. Esto dará más peso a los paí­ses más poblados.

Sin embargo, la aplicación de ese sistema fue postergada hasta 2014, o incluso 2017 en algunos casos, después de un compromiso con Polonia.

– FORTALECIMIENTO DEL PARLAMENTO:

El tratado otorga al Parlamento Europeo, la única institución de la UE elegida por los ciudadanos, verdaderos poderes de decisión compartida con los Estados en varios sectores nuevos como agricultura, pesca y asuntos policiales y judiciales. Su influencia en las elecciones de los futuros presidentes de la Comisión será mayor.

– NUEVOS DERECHOS DE LOS CIUDADANOS:

El texto prevé un mecanismo de iniciativa popular, como el de la posibilidad de «invitar» a la Comisión Europea a «presentar» una propuesta legislativa a través de una petición firmada por un millón de ciudadanos.

– CLíUSULA DE SALIDA:

El Tratado de Lisboa introduce la posibilidad de que un paí­s abandone la Unión Europea bajo condiciones a negociar con sus socios.