El mito popular dice que Vincent van Gogh era un genio loco y atormentado, pero una exposición en la Royal Academy de Londres de las cartas que el genial pintor holandés escribió en su corta pero prolífica carrera ofrece un «autorretrato» novedoso del hombre y del artista.
«Van Gogh: el artista y sus cartas», que se inaugura hoy, presenta unas 40 cartas manuscritas conjuntamente con 65 pinturas y 30 dibujos que reflejan los principales temas abordados en su correspondencia.
Entre los cuadros destacan «Autorretrato de un artista», «Silla con pipa de Van Gogh», «La casa amarilla», «Cipreses» (1889) y «Naturaleza muerta con un plato de cebollas» (1889), la obra que abre el recorrido artístico-epistolar.
«Mañana me vuelvo a poner a trabajar. Empezaré haciendo el primero de dos bodegones para a cogerle de nuevo el tranquillo a la pintura», escribe en la carta que le acompaña el 7 de enero de 1889 a su hermano Theo, al regresar del hospital donde estuvo ingresado tras cortarse la oreja.
«Hay un mito sobre Van Gogh», explicó la curadora de la exposición, Ann Dumas.
«La gente se concentra en el aspecto dramático de su vida y esto tiende a eclipsar su verdadera personalidad», agregó.
Además de estar «maravillosamente» redactadas, las epístolas originales de este escritor fecundo, que raramente han salido del museo Van Gogh de Amsterdam debido a su fragilidad, muestran a un hombre culto, apasionado por su trabajo y que se esforzó hasta el final por ser un mejor artista.
«Era un hombre muy reflexivo, muy bien educado y que pensaba cuidadosamente sobre la manera como realizaba su trabajo», agregó Dumas, destacando también su «verdadera pasión por la literatura», otro tema dominante de su correspondencia.
Van Gogh (1853-1890) escribió unas 900 cartas entre 1872 y 1990, muchas de ellas acompañadas de bocetos, que fueron publicadas a finales de 2009 en una edición ilustrada y comentada de seis volúmenes en inglés, francés y holandés, que puede consultarse gratuitamente en internet (www.vangoghletters.org).
La mayoría estaban destinadas a su hermano Theo, quien le respaldó económicamente durante sus 10 años de carrera artística comenzada tardíamente a los 27 años de edad.
En ellas, el pintor autodidacta le informaba regularmente y con gran precisión de sus progresos, sus aspiraciones, así como de las dificultades que encontraba para dominar las diferentes técnicas.
«Hay leyes de proporción, de luz y de sombra, de perspectiva que uno debe conocer para poder dibujar algo. Si uno carece de este conocimiento, su lucha siempre será infructuosa y nunca logrará crear nada», escribía el incipiente artista en noviembre de 1880.
«El pintor del futuro es un colorista como no ha habido nunca ninguno», escribió ocho años después, cuando su interés por los colores vivos lo llevó al sur de Francia, donde firmó algunas de las obras que lo convirtieron en una de las figuras más reverenciadas del pos-impresionismo, aunque nunca pudo gozar del reconocimiento en vida.
En la última carta enviada a su hermano el 23 de julio de 1890, todavía decía «aplicarse con atención» y buscar «hacerlo tan bien como algunos pintores que me han gustado y he admirado mucho».
Cuatro días más tarde se suicidó, disparándose un tiro en el pecho, del que murió dos días después dejando una carta sin terminar en la que afirmaba haber «arriesgado (su) vida por el arte».
«En ese momento pensó que no había logrado lo que quería en tanto que artista», explicó la curadora de la muestra que permanecerá abierta hasta el 18 de abril. «Pero creo que artísticamente, Van Gogh terminó su corta carrera de 10 años de forma muy destacada».