El 15 de septiembre de 2008, se celebró el 183 Aniversario de la Independencia patria. ¿Qué fue lo que cada uno de nosotros hicimos? Acaso, como lo dijera el malogrado poeta Otto René Castillo, exclamamos «Yo te acompaño», nos imbuimos de la fecha, les explicamos a los niños que debíamos izar la Bandera Nacional en el frente de nuestro hogar, aplaudimos a los jóvenes que animosamente corrieron un día antes por el barrio o colonia con antorchas para prender simbólicamente la llama de la libertad o permanecimos indiferentes.
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Talvez nuestra forma de rememorar y celebrar fue alzando en familia una copa y brindando porque Guatemala se fortalezca, se enaltezca, porque lleguemos a ser todos respetuosos y orgullosos hijos del terruño que nos vio nacer.
Acaso nuestra forma de participar fue presenciar algunos de los actos oficiales, alguna de las actividades cívicas que se producen en conmemoración a la Independencia o simplemente fue un día de asueto.
Con certeza, el millón y medio de guatemaltecos que se encuentran luchando de manera honrada y digna, radicados temporal o definitivamente fuera del país se unirán con los conciudadanos de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, echarán la casa por la ventana.
En la ciudad de los íngeles, California, sin duda alguna será donde más se expresaron. Conociéndolos, sé que no faltaron las reuniones en los hoteles, un gran desfile por el Bulevard Pico, donde al igual que el 15 de Septiembre del año 2003, me hubiera gustado estar para imbuirme, para contagiarme de esa alegría y de ese fervor patrio de centroamericano y de guatemalteco.
Para celebrar y conmemorar el día de la Independencia basta querer hacerlo, las manifestaciones de alegría, de celebración pueden ser desde quemar cuetillos, como lo hacemos en Navidad y Año Nuevo, hasta concurrir al Tedéum en la Catedral Metropolitana. No se requiere ser funcionario público, estar de alta o desfilar con un fusil, con un tambor o con una guaripola, lo que sí se necesita es querer transmitir a nuestros hijos y nietos una identidad de pueblo, de patria, de nación.
Este 15 de septiembre ya transcurrió, por eso mismo es de invitarnos todos a reflexionar, en especial a las autoridades de gobierno, en particular a los gobernadores y alcaldes que por su cercanía y vinculación en las cabeceras municipales y departamentales, tienen la posibilidad y la obligación de estimular a las escuelas, a las organizaciones cívicas para que cada día más, el 15 de Septiembre sea motivo de una celebración llena de actitudes y fervor patrio.
El Ministerio de Educación debe restablecer las clases de educación cívica, motivar a los maestros y a los alumnos para que nos compenetremos, nos adentremos en nuestra historia, en las raíces de la nacionalidad multiétnica, multicultural y multilingí¼e que nos caracteriza. Por qué no podemos en los centros escolares, al igual que se encuentra establecido en otros países, dedicarle por la mañana un acto de juramentación a nuestra bandera.
Todo guatemalteco, sea de izquierda, del centro, de derecha, rico o pobre, debe comprender que si en algo no deberíamos tener discrepancias o diferencias es en la identidad nacional, por ello mismo en la celebración de todos y cada uno de los 15 de septiembres, buscando que nuestras raíces se profundicen, se fortalezcan para que igual que la Ceiba, se conviertan en uno de los árboles más grandes donde podamos todos guarecernos y coincidir en un solo sentimiento de identidad y patria porque «tiene que ser así indiscutiblemente».