Escribí ayer, jueves, con la esperanza de que hoy, cuando se publique el artículo, los golpistas ya estén en desbandada. El pueblo hondureño y su presidente Zelaya han demostrado al mundo valor y enorme resistencia. En el transcurso de los 86 días desde el golpe de Estado, mientras que oligarquía y militares de Honduras usaban cientos de millones de dólares que han malversado de la ayuda internacional y miles de millones de dólares que le han succionado a las masas de trabajadores del país, estos y otros sectores mayoritarios de la población se mantuvieron en valerosa resistencia, pese a pasar hambre y penurias. Han sido reprimidos y perseguidos; pero han estado firmes a la espera del regreso del mandatario, lo cual ya ocurrió.
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La llegada del presidente Zelaya a la Embajada de Brasil, la culminación de una odisea de 15 horas, ya sea que haya contado o no con el apoyo de militares dignos al interior del país o, incluso, de helicópteros de los Estados Unidos, al cansarse Obama de la arrogancia e intransigencia de los golpistas, es el fracaso más rotundo de las fuerzas armadas y de seguridad plegadas al aprendiz de dictador. í‰ste, siguiendo la escuela de Pinochet, ha mostrado su mayor desprecio por el pueblo y ha lanzado a su tropa a diestra y siniestra para atacarlo, pisotea el derecho internacional y tratados sobre sedes diplomáticas y habilita estadio y mazmorras para encarcelar, golpear y torturar a los opositores.
Si bien se observa que los golpistas se están acercando a su crisis final, condenados ampliamente por la comunidad internacional y cada vez más presionados por Estados Unidos, de quien absurdamente esperaban buen trato y comprensión, como «bestia herida» representan ahora mayor peligro. Son capaces de cualquier bestialidad, lo cual ha sido denunciado por el presidente Zelaya, quien ve prepararse un atentado contra su vida. No se puede tolerar que el epílogo de la aventura oligárquica sea un baño de sangre. Las capas medias de Guatemala, vacilantes frente al golpe de junio, engañadas por décadas con la supuesta amenaza del castrocomunismo y ahora atemorizadas con un supuesto chavezsocialismo, deben despertar y darse cuenta que han sido manipuladas, una vez más, por los grandes ricos. Son las capas medias ahora las llamadas a tenderle la mano al pueblo de Honduras.
La ideología de las clases dominantes, expresada con nitidez en la Patria del Criollo de Severo Martínez, como afirmé la semana pasada, está basada en el racismo, al considerar a los europeos y sus descendientes como una raza superior; en la discriminación de los más pobres, como los pueblos indígenas, las mujeres y los trabajadores; y en la explotación más despiadada de los trabajadores y de las masas que sin tener trabajo lo buscan, ya sea en Guatemala o en el exterior. Debe terminar el poder de esta clase dominante en Honduras y otras partes, para dar paso a una sociedad más igualitaria, en donde la fuerza militar, hasta ahora al servicio incondicional de los ricos, sea restringida a velar por la seguridad exterior de su país y deje de reprimir a su pueblo. Honduras está en lucha y los pueblos centroamericanos estamos llamados a brindarles nuestra solidaridad, aun con el desborde de miles de ciudadanos a través de la frontera, de ser necesario.