Vacas flacas


El hambre y los casos de desnutrición infantil aguda que se han reportado en las últimas tres semanas de forma cuantiosa por medios de comunicación radiales, televisivos y escritos, tienen su origen inmediato en el déficit de alimentos básicos debido a las insuficientes cosechas obtenidas en diversas regiones del paí­s el año pasado. Se esperaba que la cosecha de maí­z de 2009 a obtenerse en estos meses de agosto y septiembre aliviarí­a la carestí­a de reservas familiares, sin embargo los efectos directos del cambio climático extendieron el perí­odo seco. Se ausentó la lluvia más de lo soportable por las plantas y como dicen en algunas comunidades «las plantas de maí­z se sazonaron antes de tiempo y la mazorca no cargó».

Pablo Siguenza Ramí­rez
pablosiguenzaram@gmail.com

La situación es complicada ahora, pero podrí­a serlo mucho más si no tomamos como sociedad las medidas correctas a tiempo. En casos de estricta emergencia es preciso reconocer que la entrega gubernamental de bolsas alimentarias o las campañas de empresas y medios de comunicación para recoger ví­veres, son acciones pertinentes. Pero de la misma manera que se le crí­tica al gobierno centrar sus polí­ticas en la entrega de remesas o bolsas solidarias, de la misma forma hay que señalar que la sociedad guatemalteca no puede responder a las emergencias alimentarias del área rural sólo con campañas de caridad.

Los signos de desnutrición crónica y aguda, pobreza, mortalidad infantil, insuficiencia alimentaria, entre otros, nos dicen que algo está mal en el paí­s. Nos insisten en que algo no funciona desde hace mucho tiempo. Pongamos atención a lo que Olivier De Schutter, Relator Especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, señaló al finalizar su misión en Guatemala entre el 3 y el 5 de septiembre recién pasados. Se refirió entre otras cosas a «las marcadas desigualdades existentes en el acceso a la tierra» y planteó que dentro de la Polí­tica Nacional de Desarrollo Rural, aprobada por el gobierno en mayo de 2009 hay elementos importantes referidos a limitar la excesiva concentración de la propiedad de la tierra. Relacionado con esto el antropólogo, Maximo Ba Tiul, profesor de la Universidad Rafael Landí­var, asegura que soberaní­a y seguridad alimentaria están relacionadas necesariamente con Reforma Agraria Integral.

Otra de las conclusiones preliminares del Relator fue relativa a la necesidad de «la reactivación de las reservas alimentarias locales, con miras a garantizar una justa remuneración a los pequeños productores a la hora de vender sus cosechas en temporada y para liberar las existencias fuera de temporada, con lo cual se reducirí­a la volatilidad de precios de los productos básicos alimentarios». Para el Instituto de Estudios Agrarios y Rurales, IDEAR, es urgente la construcción y mantenimientos de silos ubicados estratégicamente y la creación de un Instituto Nacional de Abastecimiento Alimentario con programas de compra-venta pública de granos básicos.

En el libro Génesis del Antiguo Testamento bí­blico se cuenta de un sueño faraónico sobre siete vacas gordas que son tragadas por siete vacas flacas. Una visión alegórica a tiempos de abundancia y escasez alimentaria. La medida del sabio faraón, luego de los consejos de José, hijo de Jacob, fue estimular la producción y la creación de reservas estratégicas. Tanto el consejo bí­blico, como las recomendaciones del Relator de Naciones Unidas, las múltiples voces campesinas y de centros de estudio, orientan la única ví­a posible para detener a mediano y largo plazo la crisis alimentaria nacional y mundial: democratizar el uso de la tierra para la producción alimentaria, crear reservas públicas de alimentos y construir soberaní­a alimentaria.