Utz Epeejtiik: San Juan La Laguna, mucho qué ver y hacer


Claudia Navas Dangel

Son las cinco de la mañana, parece que transito por un túnel de vapor, la neblina cubre el camino, y mientras se esparce prefiero conducir al ritmo de Ravel con un volumen moderado. A medida que el sol se cuela, el vehí­culo parece más ligero, la construcción de la carretera va avanzando y la visión del lago me estimula.


Pasados Los Encuentros, el lago puede olfatearse. Bajando a Sololá anhelo un café oloroso, estirar las piernas y escuchar el rumor del agua. El tiempo se escurre como el agua cuando cae en La Catarata. Ya vitalizada por una taza de café orgánico, me encamino al embarcadero de Tzanjuyú para zarpar hacia San Pedro, primera escala de este viaje náutico hacia el mí­tico San Juan.

Nada más descender de la lancha, inicio un camino en ascenso para llegar a la Asociación de Turismo Rupalaj K`istalin y así­ evaluar las opciones turí­sticas que San Juan ofrece. La primera que me mencionan es el Circuito Cultural que comprende visitas a los grupos artesanales, en donde además de poder adquirir su trabajo puede observarse todo el proceso de elaboración del mismo, desde el teñido hasta el hilado y tejido. También incluye visitas a galerí­as y talleres de trabajo de pintores costumbristas, una visita a Maximón, más bien a los dos que se encuentran en San Juan, un recorrido por el huerto de plantas medicinales y una caminata por las calles adornadas de murales artí­sticos, que por un lado conducen al mercado y por otro a la iglesia en remodelación. Esta opción tiene un costo de Q125 y dura aproximadamente dos a tres horas, todo depende del interés del visitante.

Pero como en la variedad está el gusto hay mucho más que hacer y en la asociación me sugieren realizar el Circuito Natural, opción que me convence ya que el recorrido por San Juan y los grupos artesanales es algo que ya conozco.

LA NARIZ DEL INDIO O EL ROSTRO MAYA

Luego de pagar Q150 y abastecerme de agua, inicio junto al guí­a una caminata hacia el norte para llegar a la cima y sentirme, cual Gulliver, recorriendo los pliegues del rostro de un ser de tierra maquillado de vegetación, y con una mirada tan amplia que abarca al lago hermoso, -sí­, bello a pesar de lo enfermo que está, de lo dolido y lastimado por quienes se embriagan los ojos con su paisaje, pero contaminan, destruyen, aniquilan-. Este lugar al cual llego luego de dos horas de caminar, visto de forma horizontal, es el perfil de un rostro, una cara que mira al cielo, pero que de reojo no pierde de vista a las y los pobladores del lago.

El aire sopla fresco, el verde se estampa en mí­, así­ como el canto de un ave persistente que parece narrar a través de su tonada toda la historia del rincón de los tz»utujiles.

Algunos pensaran que estoy loca, otras me comprenderán perfectamente, y es que me siento enamorada de este sitio, de este aire, de este espacio, cielo, tierra, agua, todo se conjuga para sentirse en paz y en medio de esta emoción acepto la sugerencia del guí­a para realizar una travesí­a por el bosque subtropical Panan: dos dí­as de piscinas naturales, cataratas, vegetación, murmullo de grillos, ejercicio, luz, luna y leyendas; qué más puedo pedir, el descanso anhelado, la comunión con la vida, su historia…

Los dí­as trascurren rápidamente, cuando se está a gusto el tiempo se va volando, aún hay mucho más que hacer como remar en kayak, bañarme en las cristalinas aguas del lago (bueno esa es por ahora una ilusión) tomarme un café en Artesanos, comer patí­n y tomar atol con aní­s. Darme tiempo para conversar, para escribir, el lago inspira. Bordarme el pecho con hilos rojos o subir hacia Xe`kaqasiwann a una ceremonia maya para limpiar mi ser y pedir por el lago.

Y una forma de hacerlo, es contar las emociones e impresiones que produce, para que otras personas se motiven a visitarlo, a sentirlo, a vivirlo.

AíšN HAY MíS

Otra de las opciones turí­sticas que ofrece este municipio es la pesca, la Asociación de pescadores Chajil Ch´upup permite que las y los visitantes experimenten y aprendan la técnica de pesca artesanal, mientras recorren el bello lago de Atitlán en cayuco. Aunque por ahora no sea la mejor opción, siempre es bueno saber todo lo que un pequeño y a la vez gran destino ofrece. Y para quienes prefieren el aire otra alternativa es la observación de aves. En San Juan hay una gama extensa de especies voladoras, alrededor de 150, entre ellas el pavo de cacho, el fandango morado y el pajuil, una maravillosa experiencia que los guí­as locales facilitan, pero que la naturaleza ofrece con festividad.

La Cooperativa La Voz que Clama en el Desierto ofrece una gira única, apreciada por crí­ticos de viajes extranjeros. Es una visita de dos horas que educa acerca del cultivo del café. Los guí­as son amables, pacientes y conocedores, por algo esta cooperativa cuenta ya con 26 años de existencia y con 120 mujeres y hombres dedicados al café orgánico y a compartir sus secretos con los visitantes: cómo crece, cómo se mantiene y se le selecciona para su posterior venta y exportación a otros paí­ses. Y por supuesto la visita se remata con una humeante taza de esta bebida oscura, que alegra corazones.

Dí“NDE HOSPEDARSE Y COMER

La noche en San Juan cae como un manto luminoso de tradiciones y nostalgias. Algo tienen las aguas del lago en la noche, sobre todo si hay luna, que hipnotiza, encanta. La mirada se concentra en un punto o en todos, pero es imposible dejar de ver los destellos argentinos que parecen inflamar las aguas con llamas frí­as. Para apreciar este espectáculo, están las orillas del lago, o los balcones de los muchos hoteles que ofrecen seguridad, comodidad y vistas espectaculares.

Los precios varí­an, dada la oferta pero pueden llegar a unos USD$ 45, aunque siempre hay opciones más baratas. Algunos como el Hotel Maya San Juan Uxlabil, que recuerda a una vieja estructura de piedra, ofrecen estancias entretejidas con la naturaleza de San Juan, exuberante y llena de vida.

La vida cultural de San Juan ofrece centros como la Eco Escuela de Español, que están centrados en ofrecer una experiencia didáctica, a la vez que turí­stica. Acá se ofrecen tutorí­as de persona a persona, de cinco dí­as de duración, de lunes a viernes, de 8:00 a 12:00 horas y de 13:00 a 17:00 horas. Aparte, es posible convivir con una de las familias de San Juan.

En San Juan también hay una biblioteca y está la Asociación Candela, en donde se puede prestar servicio voluntario en pro de los niños y niñas.

Hay muchas galerí­as de arte en San Juan La Laguna, de hecho aquí­ se inventó la técnica de pintar escenas costumbristas vistas a vuelo de pájaro. Es una Sanjuanera a quien se atribuye su creación, se encuentra en una galerí­a subiendo hacia el parque, en donde practica su arte y lo comparte con los visitantes que lleguen a verla.

«En San Juan tenemos la ventaja de que no practicamos la competencia fraterna», dice don Marcos Eliseo, directivo de la Asociación de Turismo Rupalaj K`istalin. «Cada uno se dedica a lo que tiene y respeta a los demás». En cuanto a la salud del lago, se muestra optimista: «Se va recuperando poco a poco, ha sido una gran lección», me comparte.

Si se quiere el bullicio de una ciudad, concentrado en un lugar pequeño, hay que ir a Panajachel. Pero si se quiere intimar con un pueblo que expone el corazón, ofrece una sonrisa pura y abre los brazos sin aspavientos, hay que estar en San Juan La Laguna, por lo menos una vez en la vida.

«San Juan La Laguna formó parte de un señorí­o del siglo XV que fue muy exitoso desde el punto de vista militar, expandió su territorio en pugna con los k»ichés y los kaqchiqueles. Este pueblo está situado en el lí­mite entre el antiguo dominio tz»hutujil y los kaqchiqueles, pero su nobleza era subalterna de la correspondiente de San Pedro La Laguna, que era más importante, esta situación se conservó así­ incluso después de la Conquista. El nombre del pueblo se debe a San Juan Bautista. El pueblo tiene como eje principal a una calle que va del muelle a la placita y su principal actividad económica es la agricultura, la innovación del turismo y su cultura, la cual sirve como accesorio del turismo en artesaní­as, pinturas y otras actividades. A futuro, el turismo traerá cambio cultural, pero, a su vez, podrí­a fortalecer la identidad del pueblo al verse motivado a ello dado que es uno de los aspectos más interesantes para los visitantes extranjeros.» Aní­bal Chajón

historiador.

«El traje tradicional de las juaneras, los hombres ya no utilizan el suyo, es rojo con lí­neas verticales amarillas y verdes y un dibujo en el cuello. Se le llama morga; también puede ser de tela azul con adornos con un tocado de listones y trenzas en la cabeza. El traje ceremonial es blanco y se le usa fuera de la morga.» Paul Molina

antropólogo.

«San Juan es un poco como ese paraí­so que hemos soñado, un espacio donde la paz, el arte y el trabajo comunitario se percibe, se siente, es además u pueblo modelo para los demás que circundan el lago e incluso para otros de Guatemala, por su limpieza, orden y seguridad.»

Aintza Galarza

turista.