Usted se estaciona por su cuenta…


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Y riesgo. El parque vehicular aumenta por cientos de automotores cada año, sean nuevos o usados, la última estimación alcanzaba más de dos millones y esta ciudad apenas asimila ese torrente de motores. Cada año seguramente se incorporan a la masa de conductores, nuevos jóvenes que evitan a toda costa, endeudándose, la inseguridad del sistema de transporte urbano.

Julio Donis


El ritmo de natalidad de este país es de los más afanosos en el mundo, dentro de siete años llegaremos a una población de dieciocho millones. A estas cifras de vértigo se suman otras relacionadas con el ecosistema guatemalteco que en su conjunto se convierten en una potencial bomba ambiental. En el entramado de calles y avenidas, toma tiempo y dinero llegar hasta el vital espacio que nos provee una falsa sensación de seguridad para estacionar el vehículo. Se los halla por doquier, en el centro de la ciudad se los encuentra en cada cuadra, son lugares que solían tener casas antiguas y que hoy el tiempo las ha vencido para dar lugar a intrincados espacios que retan las habilidades espaciales de cualquier piloto, que afina sus destrezas para meter su carro en un área reducida. ¡Ah!, pero no importa que no haya lugar, la capacidad colmada del espacio disponible no es problema, usted tiene la opción de dejar la llave y los muchachos del parqueo se lo estacionan cuando se desocupe un sitio. Las condiciones físicas de esos lugares no pasarían seguramente, lo que dispone la Municipalidad de Guatemala en su Reglamento de dotación y diseño de estacionamientos en el espacio no vial. Pero existe otra dimensión en la que el ciudadano queda a merced de la impunidad, el precio. La alternativa es estacionarse en la calle que es pública, tomado por la informalidad de cientos de cuidadores que por una tasa fija le ofrecen un vistazo, pero eso sí, usted paga antes y sin mal modo, flojito y cooperando debe pagar el precio establecido por la informalidad que se organiza en las calles de la ciudad, ellos componen las filas de una fuerza de brinda la seguridad que no presta el Estado. Usted también puede ingresar a un estacionamiento privado que los hay desde predios baldíos venidos a parqueos, hasta los automatizados en los centros comerciales en los que un sistema de sensores lo guía hasta el lugar libre más próximo. En todos se cumple una condición, el dueño siempre tiene la razón y cobra lo que quiera, con el agravante que pagar la cuota impunemente establecida no garantiza seguridad. De todo es sabido que lo que ocurre en un estacionamiento, en el estacionamiento se queda, sean daños a su vehículo, robos o incluso asesinatos. ¿Quién regula la regulación de cobros en esos lugares? Cómo se establece un criterio que sea justo para todos? Por qué dos parqueos en una misma zona tienen un diferencia de costo de hasta el cincuenta por ciento? La fracción de hora que se paga siempre funciona a favor del dueño y en contra del cliente. La organización de los parqueos debe ser parte de un ordenamiento territorial urbano que vaya acorde con el crecimiento del parque automotor y con respeto al peatón. Esta pequeña cotidianidad es un ejemplo más del gran desaforo del Estado que hoy está sujeto por una noción privatizadora y de libre albedrío.