Uruguay inicia Año Onetti


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<p>Uruguay abre hoy el «Año Onetti», al cumplirse el centenario del nacimiento de este escritor hermético y de original vida y obra, con una serie de homenajes que incluye seminarios, conferencias y ciclos de cine.</p>
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El Ministerio de Educación y Cultura (MEC) presentará hoy un sello conmemorativo en un acto donde no faltará el tango ni la reflexión literaria, en tanto que lanzó un concurso de historietas basadas en la obra de Onetti.

La Casa de los Escritores del Uruguay realizará lecturas de textos del autor fallecido en 1994 en Madrid; y Cinemateca Uruguaya lanzó un ciclo de pelí­culas, documentales y entrevistas.

La Intendencia de Montevideo, el Centro Cultural de España y la Biblioteca Nacional realizan una serie de 14 conferencias, como «intentos de ingresar al mundo del maestro de la literatura urbana», según el anuncio del ciclo.

Juan Carlos Onetti (1904-1994) fue considerado un «maestro» por la Generación del «45», un creativo movimiento literario que entre otros integraron Mario Benedetti, Mario Arregui, Idea Vilariño, Carlos Martí­nez Moreno, Angel Rama, Carlos Real de Azúa y Armoní­a Sommers.

A Onetti lo rodeaba una leyenda negra de «bebedor», «mujeriego» y «ogro» de la que él renegaba: «La leyenda, en lo fundamental: calumnias. Ignorancia, desconocimiento de los hechos. Yo sigo viviendo y la leyenda crece», le dijo a Marí­a Esther Gilio, en una entrevista publicada en 1965.

Gilio, periodista amiga de Onetti, dijo que era «la persona más veraz que conozco. Tení­a esa sinceridad total, que en algún sentido es muy positiva, pero que también puede ser muy hiriente».

«Yo lo conocí­ a los 17 años y medio me enamoré de él. Pero era sumamente respetuoso de la pureza adolescente, de la ilusión, de la ingenuidad adolescente. El trataba de apreciar esa belleza» sin mancillarla, relató.

«Eso era justamente lo que lo atraí­a. El decí­a que si se acostaba con una adolescente, al otro dí­a se levantaba con una mujer», dijo Gilio, a quien Onetti le hablaba de estas cosas y le decí­a: «vos estás acá para creerme, ¿no?».

Lo más sobresaliente de Onetti como escritor era cómo llegaba «a la profundidad del ser humano, su falta de prejuicio, su capacidad para transmitir más allá de lo que se ve», estimó Gilio.

Nacido en una familia de clase media modesta, Onetti fue desde chico un ávido lector que abandonó la secundaria y pasó por diversos empleos: mozo, portero, vendedor de entradas del Estadio Centenario, periodista.

«El periodismo es de las profesiones más soportables que conozco», decí­a Onetti, que trabajó en varios medios uruguayos y argentinos, así­ como en la agencia Reuters.

La aparición en 1939 de su breve novela «El pozo» puso de relieve el sombrí­o escepticismo urbano que serí­a piedra angular de su obra.

Con «La vida breve» (1950), Onetti inició la saga de Santa Marí­a, esa ciudad inventada, gris y depresiva, a la que también pertenecen «El astillero» (1961), «Juntacadáveres» (1965), «Dejemos hablar al viento» (1979) y «Cuando ya no importe» (1993).

Onetti se exilió en España en 1975, tras haber sido encarcelado en 1974 durante la dictadura (1973-1985) por su participación, como jurado, en un concurso literario en el que fue premiada y publicada una obra de Nelson Marra, que tení­a elementos de sexo explí­cito.

Pasó los últimos cinco años de su vida prácticamente en su cama. Murió en 1994 en Madrid.

«Yo lo conocí­ a los 17 años y medio; me enamoré de él. Pero era sumamente respetuoso de la pureza adolescente, de la ilusión, de la ingenuidad adolescente. El trataba de apreciar esa belleza sin mancillarla»

MARíA ESTHER GILIO

periodista amiga de Onetti