Es cosa común y corriente que cuando el chapín llega a un estacionamiento de vehículos de un centro comercial o supermercado, bajo techo o al aire libre, se encuentre con alguien que como si estuviera en autopista, corre a toda prisa para dejarlo en el primer sitio disponible que encuentre, sin haber hecho ninguna señal de advertencia, mucho menos respetar las franjas de limitación. Si a usted se le ocurriera reclamar el peligroso proceder, nada extraño sería que la respuesta fuera que no ha hecho nada malo y de paso, le aconseje visitar a un psiquiatra porque seguramente usted tiene flojo un tornillo en la cabeza.
¿Culpa del conductor, de sus progenitores, de sus maestros o de las autoridades? Creo que en materia de tránsito de vehículos hay de todo un poco. Porque cada quien se comporta en sociedad dependiendo de la calidad de educación con que nuestros padres y maestros nos fueron moldeando, desde la primera pacha, pasando por el papel y el lápiz para escribir, hasta el timón del vehículo automotor. De ahí, que ayer por la noche hayamos tropezado con una patán que le importó un pito haberlo encandilado con las luces altas; hoy, con la señorona que en plena calzada abre de par en par las puertas de la camioneta para que sus hijos bajen a hacer pipí y mañana, toparse con el engomado jovencito, a quien solo le quedan cinco minutos para llegar puntual a su trabajo, por lo que se pasa todos los semáforos en rojo, bien enterado que los policías de tránsito no trabajan sino hasta bien adentrada la mañana.
Por ello es que insisto en decir que en Guatemala, si bien es cierto algunos conducen sus vehículos en condiciones poco propicias para evitar accidentes, prevalecen los actos peligrosos de los conductores, por la ignorancia total, parcial o temporal de las más elementales normas de tránsito y de ahí las colisiones, los atascos y el sinnúmero de problemas que a cada instante nos impiden una ordenada y fácil movilización.
Un día de estos, pasando frente a una de esas llamadas «escuelas de automovilismo» situada en la zona 4 de la ciudad capital, me fue imposible mover las ruedas del vehículo ni una pulgada, por largo tiempo. ¿Podrá imaginarse la razón? Pues que los «instructores» habían dejado estacionados sus vehículos-escuela en doble y triple fila, violando la más elemental lógica, no digamos la Ley de Tránsito. Entonces, ¿qué clase de enseñanzas brindan a sus alumnos?, ¿cómo es que estas, dizque escuelas, tienen el privilegio de enseñar y autorizar licencias de conductores?; ¿de qué manera se supervisa el aprendizaje que reciben quienes con «licencia» podrán tomar en sus manos un timón, para poder hacer con él lo que se les da la gana?; ¿será posible que todo esto forme parte de la mentada transparencia de la GANA?