Cuando una nueva dependencia entra en acción, amerita ante todo, la debida información al público. Como requisito previo y necesario que facilita el conocimiento respectivo, que responda a su finalidad y al complemento de rigor, capaz de llenar a cabalidad una auténtica funcionalidad y justificación indispensable.
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Pero aquí las cosas toman rumbo distinto, les viene del extranjero tal compromiso, con lo que una vez más sale a luz la idiosincrasia nuestra. Así sucede con el Renap, o sea el Registro Nacional de Personas, carente de la divulgación correspondiente. Situación de suyo irregular, que da pábulo a señalamientos diversos.
A estas alturas, pese a sus implicaciones a nivel nacional, la mayoría de los connacionales están aún en la Luna. ¿Por qué no le conceden importancia? La respuesta consiguiente la ubicamos en la punta de la lengua. Estriba en la incoherencia, mejor dicho ausencia de divulgación en torno a sus afines de índole superior.
Tenemos la casi certeza que anda más perdida la población, cuando ya es tiempo de sobra de saber lo relativo a la dependencia en mención. Sin embargo, después comienzan los apuros de última hora y las molestias consistentes en largas «colas», a fin de obtener el documento único que vendrá a sustituir la famosa cédula de vecindad.
Sobre el particular, nadie ignora de qué manera la cédula aludida es objeto de falsificaciones; también de obtenerse en algunas municipalidades sin llenar los requisitos de ley. Vale decir mediante acciones fraudulentas hasta personas extranjeras resultan con ese documento en mano, máxime en el período preelectoral.
En una palabra el documento que valida la condición de vecindad, se trastocó de modo escandaloso y rebosante de calificación mafiosa, dando lugar a negocios turbios, vergonzantes y varios etcéteras. Por eso mismo desde su aprobación y rostro de ley comienza el conteo, por cierto interminable. Luego de largo tiempo seguimos a la espera.
Actitudes de tal naturaleza retratan de cuerpo entero el comienzo con el pie izquierdo del Renap. Incapaces siguen de echar a andar con pie firme el otorgamiento del documento único de identificación ciudadana. De igual forma y pese a lo avanzado del tiempo ninguna divulgación es dada a conocer por diversos medios.
Al final de cuentas a esta nueva dependencia de vital importancia le llueve sobre mojado con innegable razón. Mientras tanto crecen las especulaciones viento en popa, ganan terreno únicamente las cosas negativas. Entre ellas que los libros recogidos de los registros civiles del país están hechos lata y semidestruidos.
A eso atribuyen el tortuguismo con que funcionan actualmente, no obstante el auxilio poderoso de la tecnología instalada, antes que nada. La prueba de fuego despegó al instante de responder a las múltiples demandas de certificaciones de nacimiento para padres de familia, con lentitud pasmosa, amén de muy poca atención.
Distantes de ser defensores oficiosos de la Muni, «Yo soy la ciudad», en ese sentido el mismo documento exigido en el sistema escolar para las inscripciones, se entregaba al «chilazo». De suerte que hizo bien el director del Renap, al suspender por el momento la obtención dizque en aras de la gratuidad, y prorrogar el plazo.
Por eso y mucho más, amerita, a título de prioridad uno, divulgar ampliamente lo relativo al ya tantas veces mencionado Renap, a sabiendas que es preferible tal accionar, que venga a despejar las dudas que tiene la población acerca de por qué, cómo y cuándo abrirán de par en par sus puertas a los interesados.