El problema del enfrentamiento entre maestros y Ministerio de Educación ha rebasado todos los límites de lo tolerable y está causando daño tanto a los alumnos como a la población en general, lo cual es desde todo punto de vista inaceptable. Y hay que decir sin pelos en la lengua que unos y otros tienen la responsabilidad de lo que está pasando, puesto que en ambos campos priva el empecinamiento, la arrogancia y el afán de vernos a todos la cara de papos.
No se puede dar la razón a nadie en este conflicto absurdo porque tanto las autoridades como los funcionarios han actuado de manera irresponsable y sin pensar en sus obligaciones hacia la sociedad. Políticamente podríamos todos los ciudadanos tomar partido y expresar que alguno es más responsable que otro, pero la verdad es que el Gobierno y los maestros merecen el repudio de la población por la forma en que actuaron al punto de generar este conflicto que está haciendo demasiado daño.
El tiempo que pierdan los niños y jóvenes no podrá ser recuperado fácilmente y hemos de lamentar daños irreparables para la educación en su conjunto. Ese efecto es mucho mayor que el que sufrimos el resto de la población con los atascos derivados de la toma de carreteras, pero evidentemente ni a la dirigencia magisterial ni a las autoridades parece importarles un pepino lo que pase con el proceso de aprendizaje en el país. Cada quien está viendo el derecho de su nariz y por lo tanto ratificamos lo dicho anteriormente, en el sentido de que una mediación en estas condiciones es muy difícil porque no existe razón en ninguna de las posiciones extremas asumidas.
Creemos que las huestes de Acevedo y compañía han actuado incorrectamente porque se han aprovechado de la incapacidad política de este gobierno y específicamente de las autoridades de Educación, para sembrar el caos en el país. Creemos que la ministra Aceña y sus allegados equivocaron el camino porque quisieron usar su puesto para avanzar en la privatización del sistema, dando armas a los sindicalistas para que se pudiera volver a estructurar un movimiento que estaba ya agónico.
Y por supuesto que hay que ratificar la falta de seriedad de un gobierno cuyo Presidente estampa la firma en un acuerdo que luego es repudiado por el mismo gobierno. No se puede esperar mucho de una situación de tal naturaleza y por ello es que a estas alturas hay que llamar la atención del magisterio, del Ministerio de Educación y de la misma Presidencia de la República para que entiendan que hace falta seriedad y que están haciendo un daño enorme a la juventud. Y todo por caprichos y empecinamientos que lloran sangre por las consecuencias nefastas que tienen en miles de niños y jóvenes que sufren el efecto de un paro de labores que, cuando los adultos se pongan de acuerdo, dejará secuelas imborrables.