Una voz disidente


Woeser es una de las escritoras tibetanas más conocidas por su denuncia sobre la presencia de China en el Tibet.  FOTO LA HORA:  AFP

Desde su apartamento de Pekí­n, en el que tiene colgada una fotografí­a oficialmente prohibida del Dalai Lama, Woeser se ha convertido en una de las escritora tibetanas más conocidas y en una de las voces más crí­ticas sobre la presencia china en Tí­bet.


Ensayista y poetisa, Woeser es hija de un militar Han -la etnia mayoritaria en China- y de una responsable comunista tibetana, pero su corazón se siente más cerca de Tí­bet.

«Â¿Cómo es posible que en su propia tierra, los tibetanos tengan tan poca libertad?», se pregunta esta mujer, de 43 años, que se define como «tres cuartas partes tibetana y una Han».

Woeser, que como muchos tibetanos sólo utiliza un patroní­mico, prefiere que la entrevista se haga por teléfono debido la estrecha vigilancia a la que está sometida. Su domicilio está vigilado, la policí­a la sigue en todos sus desplazamientos y su blog en chino, titulado «Tí­bet invisible», es inaccesible en China.

Sin embargo, nada la predestinaba a convertirse en disidente. Nacida en Lhasa, la capital de Tí­bet, se mudó a los cuatro años con sus padres a la provincia de Sichuan, en el sur de paí­s.

«La educación que recibí­amos nos decí­a hasta que punto Tí­bet era malo, éramos jóvenes y nos lo creí­amos», afirma.

Pero en 1990, tras diplomarse en la universidad, regresó a Lhasa, donde descubrió poco a poco una realidad que no sospechaba.

Explica que la obligaban a participar todos los jueves en sesiones de «estudios polí­ticos». «Nos anunciaban de repente que no podí­amos ir a los templos o que no se podí­amos venerar a Buda», recuerda esta budista ferviente.

También entró en contacto con numerosos tibetanos, entre ellos monjes, que le relataban los malos tratos recibidos durante su paso por las cárceles chinas.

Woeser asegura que los tibetanos son ví­ctimas de una discriminación permanente, tanto polí­tica como religiosa. Las autoridades de Pekí­n lo niegan, asegurando haber liberado a la región de una teocracia feudal y haber devuelto la dignidad a «millones de siervos».

Durante mucho tiempo, Woeser encontró en la poesí­a una manera de expresar su oposición sin llamar demasiado la atención de la censura.

Pero en 2003 publicó «Notas sobre Tí­bet», una compilación de relatos cortos con referencias favorables al Dalai Lama. Ahí­ comenzaron sus problemas: perdió su trabajo como editora de una revista de literatura, sus blogs fueron censurados, fue detenida en una ocasión y puesta bajo vigilancia policial.

Pero su despido la llevó a Pekí­n, donde conoció a Wang Lixiong, un intelectual chino que en 1999 ya habí­a llamado su atención con la publicación de un libro crí­tico con la polí­tica de Pekí­n en Tí­bet. Juntos forman una de las parejas de intelectuales más controvertidas de China.

«Los textos y la voz de Woeser permiten a los tibetanos en el exilio defender que la crí­tica al gobierno chino no es sólo la obra de un puñado de tibetanos de la diáspora o de monjes tradicionales», subraya Dibyesh Anand, especialista de Tí­bet en la Universidad de Westminster, en Gran Bretaña.