Si el recurso humano no cambia, ¿Cómo puede cambiar el sistema?
En 1997, la Comisión Paritaria de Reforma Educativa por medio de su Coordinador y de la Secretaría Técnica de la misma, solicitó «Reseñas» de una reforma educativa. Varias instituciones interesadas hicieron propuestas. Desde entonces es incalculable el número de horas invertido en discusiones, sesiones, consultas, estudios, revisión de estadísticas y manifestaciones a favor y en contra. El hecho es que once años después y con tres gobiernos diferentes, la Reforma Educativa aún no llega a las aulas, ni en la Capital, ni en las áreas urbanas. Al considerar una reforma, es implícito hablar de: Poner orden, reformar, establecer cambios para mejorar mediante la corrección de errores y eliminando defectos. Es necesaria una visión diferente de la situación y hacer cambios estructurales urgentes para beneficiar a las escuelas y por ende, a los niños en las áreas más alejadas de Guatemala.
El problema fundamental es que el enfoque de los técnicos que por once años ha estado trabajando la reforma educativa, está en diseñar controles más que en desarrollar capacidades. Han creado mecanismos de control (remoto) por medio de «expertos», administradores, legisladores, grupos que dictan nuevas políticas educativas, diseñadores de currículo, compañías de texto, creadores de pruebas estandarizadas. Los «reformadores» fijan y miden la agenda educativa desde lejos. Establecen exámenes estandarizados correspondientes a una época ya pasada que no va de acuerdo a lo que se pide hoy día: Evaluar un aula activa, que toma al alumno como un ser sistémico, con estilos de aprendizaje, con múltiples inteligencias, con emociones y con afán de percibir su entorno en forma multisensorial. Ni los tiempos ni los alumnos son los mismos, las demandas de esta sociedad no son únicamente la competitividad y lograr un empleo. La persona es algo más.
¿Qué resultados positivos de gran mejoramiento en el rendimiento escolar demuestran estas pruebas? Tener estándares no hace a los niños estándar.
Creo que el error es ver la Reforma Educativa como un «problema técnico» y no humano, de personas. Los «reformadores» piensan más en papeles, reglas, órdenes de qué hacer, cómo hacerlo (receta); o sea, hay que hacer como lo dicta la Capital. Olvidan que las instituciones las forman personas y que son ellas quienes constituyen una cultura local que tiene que ser tomada en cuenta para que el cambio a largo plazo sea real y sostenido.
Las reformas hechas de arriba hacia abajo y dictadas para ser cumplidas, sólo dan resultado temporal, si están coaccionadas por un Estado policial. Es imposible que desde la Avenida La Reforma, zona 10, pueda asegurarse a toda la población, satisfacer sus necesidades educativas. Guatemala es diversa, las culturas, las necesidades, varían de un poblado a otro.
Una cosa hay que asegurar, que cada niño sea el centro del proceso educativo. Para cumplir esto, tenemos que crear una manera de atender a nivel local todas las necesidades educativas específicas de cada población, cada departamento, con geografía e historia, propias, su riqueza cultural, idiomática, y de costumbres y tradiciones.
A nivel local tenemos que permitir a los maestros «imaginar alternativas»; ayudándolos por medio de una estructura novedosa a saber cómo lograr cambios en un ambiente seguro, sin retos desconocidos que afectan su autoestima, autoconfianza y termina en rechazar lo pretendido. Solamente haciendo esto, habrá un mejoramiento a nivel institucional. Ese «imaginar algo nuevo» es parte de la participación positiva a nivel local; es el corazón del proceso porque involucra a los actores principales: Maestros, alumnos y padres de familia. Si ese elemento imaginar está ausente, se pierde el sentido de posibilidad, no hay por qué explorar, no hay ¿Qué pasaría si…? No hay que analizar, ni por qué tener un sentido de crítica positiva, ni qué experimentar, ni sentido de búsqueda, en fin, la frustración, el desánimo, el pesimismo, que sin duda concluirá diciendo: ¿Para qué hacer el esfuerzo de aprender? Crear condiciones de posibilidad para que los maestros practiquen el arte y la ciencia de enseñar, tiene que ser elemento esencial para que una reforma educativa tenga éxito.
El conocimiento de una Guatemala multifacética hace imprescindible crear un mecanismo del nivel local, hacia arriba y hacia los lados, que asegure el apoyo a maestros, alumnos, padres de familia y comunidad en general, para que cada niño en Guatemala, tenga acceso a una excelente educación que lo prepare ética, moral y académicamente para los retos de este siglo. Una visión distinta es necesaria.