Ayer el representante de la Unión Europea en Guatemala, Rafael Señán, dijo que la inseguridad alimentaria en Guatemala es una vergí¼enza nacional, coincidiendo su afirmación con lo expuesto el mismo día por el coordinador residente del sistema de Naciones Unidas en el país, René Mauricio Valdez, quien sostuvo que nuestro país no va a cumplir con los compromisos del milenio porque para el año 2015 no habremos logrado erradicar el hambre.
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El delegado de la Unión Europea dijo que nuestro país no es de los más pobres del mundo, pero que desafortunadamente la desnutrición infantil en Guatemala está por encima de la mayoría de los países de ífrica que son más pobres. Todo ello en el marco de la entrega de un donativo para el combate del hambre. Hace mucho tiempo que vengo diciendo que hemos hipotecado el futuro del país mediante la persistencia de esa desnutrición crónica que, a diferencia de la hambruna vivida en el Corredor Seco, se convierte en un mal que se mantiene sordamente, sin que se repare en él y que condiciona y afecta seriamente el futuro de casi la mitad de la población del país. Porque los indicadores de la desnutrición crónica son alarmantes y afectan a casi la mitad de los niños guatemaltecos y eso significa que esas víctimas inocentes no podrán alcanzar un pleno desarrollo físico ni intelectual simplemente porque no se pueden proveer adecuadamente de todos los nutrientes indispensables en su etapa de crecimiento. Obviamente lo más fácil es rechazar la «intromisión» de extranjeros que nos pintan en tal condición de atraso y enterrar nuestros males o, por lo menos, esconderlos bajo la alfombra. No faltarán los que, parafraseando al Presidente de la Corte Suprema de Justicia, nos digan que se trata de una burda exageración y que los problemas no son tan graves. Ya el Gobierno se aferró a la negativa cuando se habló de hambruna en el Corredor Seco, recurriendo a argumentos semánticos para minimizar una situación que es digna de generar la mayor de las vergí¼enzas. Pero la verdad es que si bien no somos uno de los países más pobres del mundo, sí es absolutamente cierto que somos uno de los más desiguales porque en nuestro escenario convive una lacerante pobreza con una impresionante riqueza. Y no existen mecanismos de redistribución que permitan mayor equidad porque la resistencia secular que mostramos los guatemaltecos a contribuir fiscalmente es una de las razones principales de ese ofensivo parámetro de desigualdad, a lo que indudablemente contribuye en mucho la corrupción que no sólo escamotea fondos del Estado que son robados descaradamente por los servidores públicos, sino que además se convierte en el caballito de batalla, en el argumento principal, en el debate sobre cualquier posibilidad de una reforma fiscal. El problema lo veo yo en que a los guatemaltecos por lo visto esa situación no nos da ni vergí¼enza y nos importa un pepino lo que está ocurriendo con los niños que sufren desnutrición crónica. Si acaso, tiramos unas migajas cuando hay casos de hambruna, pero la desnutrición que convive con nosotros y destroza el futuro de muchos de nuestros niños no es siquiera tomada en cuenta. Por ello es de agradecer a estos funcionarios extranjeros que nos restrieguen en la cara la vergonzosa situación que vivimos.