Si algo deberíamos saber los guatemaltecos es que la migración es un derecho humano y que los gobiernos deberían actuar para que se respete la integridad de los migrantes y sus familias.
Sin embargo, el drama que viven miles de compatriotas en su camino hacia Estados Unidos por el “sueño americano” también lo viven de manera similar muchas personas extranjeras en nuestro propio país, a causa de la discriminación y de políticas migratorias irracionales.
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Ese es el caso de decenas de trabajadores chinos que emprendieron hace algunos años el “sueño guatemalteco” y después de mucho esfuerzo consiguieron venir al país para trabajar en la construcción e instalación de una planta de energía en el departamento de Escuintla.
Su único objetivo era mejorar su calidad de vida con empleos que les permitían demostrar sus capacidades laborales en el sector energético, lo cual parecía difícil o imposible en China, donde el crecimiento económico va de la mano de la alta competitividad y la saturación del mercado laboral.
Al final, los trabajadores chinos vivieron una verdadera “pesadilla guatemalteca”, cuando las dos empresas relacionadas con la planta generadora de energía entraron en conflicto y se disputaron el área donde se construiría el proyecto.
Como se informó en La Hora meses atrás, en una ocasión los guardias de una empresa de seguridad privada –contratada por una de las firmas en conflicto– intentaron expulsar a los trabajadores chinos de la planta en construcción, específicamente del área donde habían construido las casas improvisadas que utilizaría mientras trabajaban en Escuintla.
Los trabajadores recibieron varios impactos de “balas de salva” y resultaron con crisis nerviosa después del ataque que recibieron de los guardias armados, quienes durante el operativo también habrían destruido parte de las viviendas de los chinos.
Si vivir en casas improvisadas en uno de los departamentos más calurosos del país fue complicado, la situación que vivieron los trabajadores chinos después del ataque fue aún más difícil, porque estuvieron hacinados en las pocas casas que se mantuvieron en pie.
Después de ese suceso los meses pasaron y el conflicto empresarial se agravó; en medio de esa circunstancia, los chinos fueron detenidos y enviados a un albergue –que funciona como una prisión– de la Dirección General de Migración en la Capital, donde hasta hace pocos días aún permanecían encerrados.
Por su situación migratoria irregular se les expulsará del país y tendrán que regresar a China, para empezar nuevamente sus vidas e intentar encontrar una nueva forma de sacar adelante a sus familias.
Al margen de las diferencias que dos empresas puedan tener, lo que sobresale de este caso es la desprotección de los migrantes en Guatemala y el trato inhumano del Estado hacia las personas que quieren vivir su “sueño guatemalteco”.
En Guatemala también hay agresiones, discriminación y abusos contra los migrantes. Lo que definitivamente no hay son segundas oportunidades, respeto por los derechos humanos y consideraciones. Hipocresía en su máxima expresión.