Una sensata reacción del presidente Bush


Esta mañana la comisión bipartidaria presidida por James Baker para realizar un estudio sobre la situación en Irak rindió su informe y en el mismo se destaca que ese paí­s está en una grave situación que continúa deteriorándose y que va camino al caos. Advierten que puede haber una catástrofe humanitaria si se agrava la guerra civil actual que apunta a una guerra de exterminio entre chií­tas y suní­es, por lo que instaron al Gobierno a redefinir su papel en el conflicto.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Me llama la atención el carácter global que la comisión Baker da a la situación en Irak, porque entre otras cosas insta al Gobierno de los Estados Unidos a cambiar su polí­tica exterior de fondo. Le recomienda negociaciones directas con Siria e Irán y plantea la necesidad de vigorizar el proceso de paz entre Israel y Palestina, entendiendo que las fallas en esos campos sirven perfectamente a los intereses de Al Qaeda y comprometen en el fondo la seguridad de los Estados Unidos.

Pero acaso lo más importante de todo es que Bush recibió el informe, que es un revés muy duro para su administración, con un talante sensato y pidió a los miembros del Congreso que busquen acuerdos con el Ejecutivo para que las recomendaciones de la Comisión Baker puedan ser implementadas sin esa confrontación partidaria que es inevitable a dos años de las elecciones presidenciales. Cierto es que Bush no tení­a otra opción que recibir de esa forma y reaccionar así­ ante el informe, pero con los antecedentes de su gobierno, en los que se ha caracterizado por una tozudez impresionante y a decir verdad bastante obtusa, uno pudo esperar que en vez de tender puentes de entendimiento y enviar señales conciliatorias con los demócratas, repitiera su cantaleta de que no hay otra opción que la victoria y que la misma no se logra con un retiro programado de tropas como el que propone la comisión al establecer el año 2008 como el final de la ocupación.

Vistas las cosas sin apasionamientos, Estados Unidos se metió a un callejón sin salida con la guerra en Irak y ahora se encuentra en una situación tan delicada que no tiene otra opción que ejercitar un relativo control del daño mediante acciones colaterales que le permitan restañar al menos la dañada imagen que tiene en el mundo y, sobre todo, entre el mundo islámico donde los resentimientos y resquemores son demasiado grandes y se convierten en insumo para el crecimiento de grupos terroristas de los que Al Qaeda puede ser el más importante, pero que ni por asomo se limitan a la organización de Bin Laden sino que se manifiestan en distintas expresiones de resentimiento a lo largo y ancho de las naciones donde se profesa el islam.

El tema de Israel, por ejemplo, fue abordado por la Comisión Baker precisamente porque hay vasos comunicantes con la crisis global que se agrava con el deterioro de la situación en Irak. Estados Unidos ha sido el encargado de apañar los vericuetos para impedir que la hoja de ruta establecida por la ONU para implementar el proceso de paz entre palestinos y judí­os avance y eso tiene repercusiones en todo el mundo árabe que ve a Washington como una especie de siamés de Israel porque en esta administración ni siquiera ha habido un esfuerzo por aparentar respaldo al esfuerzo de paz.

Pienso que el presidente Bush debe haber sentido el impacto de un informe tan severo hacia una guerra que es producto de las decisiones suyas, del Vicepresidente, del Secretario de Defensa y de la entonces consejera de seguridad y hoy Secretaria de Estado. Pero hay que reconocer que tuvo el talante para encajar el golpe y rendirse ante la aplastante evidencia de que la guerra fue un error y que ahora hay que encontrar una salida decorosa y que evite esa catástrofe humanitaria advertida en el informe.