Una reconstrucción coherente


Hemos dicho que históricamente la reconstrucción realizada en Guatemala tras la mayorí­a de emergencias ha sido más una fuente de negocios y de corrupción que un real esfuerzo por atender las necesidades de la población y por no sólo reparar el daño, sino que realizar obras para prevenir situaciones similares en el futuro. La experiencia demuestra que, lamentablemente, en nuestro medio los intereses del servidor público son generalmente los de buscar formas para enriquecerse y los desastres naturales se convierten, por ello, en una oportunidad brillante para realizar trinquetes.


Por ello es fundamental que el Gobierno defina un plan de reconstrucción como lo anunció anoche el Presidente, de manera que pueda haber una fiscalización social de todos los proyectos a ejecutar en el marco del esfuerzo por reparar los daños y, repetimos, por construir obras capaces de soportar la fuerza de la naturaleza y en lugares donde no pongan en peligro la vida de los habitantes del paí­s. Si hemos visto que las tres tormentas mayores que hemos soportado, Mitch, Stan y Agatha, han hecho estragos en los mismos lugares, lo lógico es tomar medidas para contener las fuerzas naturales en lo posible y donde ello no se pueda, simplemente trasladar a las poblaciones. La reconstrucción no es juego, obviamente, porque de ella dependerá no sólo la buena inversión de los recursos, sino que también la posibilidad de salvar muchas vidas en futuras ocasiones. Nos parece saludable que el Gobierno diga que espera que no se vaya a politizar el momento, pero sin duda que deben dar el ejemplo y se conocen situaciones en las que hasta la ayuda de entidades privadas es impedida porque tienen la finalidad de que sea la figura de la esposa del presidente quien ocupe los primeros espacios y atraiga los focos de la atención pública. Este es un momento especial para el paí­s porque si realmente se emprende por vez primera desde 1976 un esfuerzo serio por reconstruir, estaremos dando un enorme paso adelante para superar los vicios de los anteriores procesos en los que muchos sinvergí¼enzas se aprovecharon del dolor y sufrimiento de la población para amasar fortunas a cambio de obras deleznables, de mí­nima duración y que no aguantan ni siquiera pequeñas tormentas, no digamos alguna de las grandes que se anuncian como parte del cambio climático. Repetimos que es importante que la sociedad se involucre en la supervisión y fiscalización de las obras porque no podemos tener confianza en los instrumentos de control existentes. Y por las experiencias previas, no hay forma de confiar en la actitud de los funcionarios que se encargan de reconstruir.