Una pulga frente al imperio


Carlos René Garcí­a Escobar

Ha llegado a mis manos para que lo lea y presente esta noche, un mecanuscrito que contiene la novela testimonial o testinovela como dirí­a Roberto Morales, ya que se trata del testimonio novelado que el compañero Carlos López Garcí­a, apodado «Pizarrón», escribió para salir de sus fantasmas de alguna manera y dejar un registro histórico de lo vivenciado por él desde el principio del merequetengue armado que se volvió la guerra de guerrillas perpetrada por él y sus compañeros al iniciarse la década del los años sesenta, al inicio de la presencia de las Fuerzas Armadas Rebeldes, FAR, en parte del territorio nacional guatemalteco, y en el marco de una teneb5rosa guerra frí­a entre las grande potencias de aquel tiempo, la Unión soviética y los estados Unidos.


A la sazón, quien les habla frisaba los once años de edad y ya miraba con asombro tal perpetración. Con los años en curso durante esa década, los militantes de las FAR se volvieron leyenda viva y sus nombres y apelativos de batalla, se escuchaban mencionados por los radio noticieros más famosos de la época, entre otros El Independiente, por ejemplo. Así­ fue cómo la patojada los fuimos conociendo de oí­das y fueron formando parte de nuestro imaginario connatural. Los más sonados eran Luis Turcios y el chino Yon Sosa.

También hay que tomar en cuenta que la guerra vista desde nuestro actuales tiempos adquirió dos facetas importantes: la primera, la de las FAR (de 1960 a 1970) y la siguiente, desde los años 70″s hasta 1996 cuando ya participan dos movimientos armados más, el Ejército Guerrillero de los Pobres, EGP, y la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas, ORPA que se agregan al eterno Partido Guatemalteco del Trabajo, PGT y a las FAR.

Pues la novela que aquí­ presentamos esta noche trata de la primera parte. Hasta ahora no se conocí­an relatos desde dentro relacionados con esa etapa del conflicto especialmente narrados por sus protagonistas. Y este, considero, es el primero.

Digamos entonces que la novela está estructurada en diferentes planos que toman lugar geográficamente en México, Cuba, Izabal y la ciudad de Guatemala. Los personajes se diseminan en esos ámbitos y los relatos los muestran en acción, a veces y en ciertos momentos, en todos los lugares al mismo tiempo. Uno adivina que sus nombres corresponden a los apelativos con los que se les conoció en la clandestinidad y sólo, habiendo vivido los acontecimientos en forma directa, el lector podrá distinguirlos por su personalidad real. Porque por ejemplo ¿Quién es Guillermo, o quién es Alfredo? A veces parecieran el mismo personaje. ¿Cómo identificar a Luis Turcios, o a Yon Sosa? El apelativo «Trillo» parece corresponder a Luis Trejo, el comandante que tomó Zacapa un 13 de noviembre como hoy, de 1960.

Por otro lado, considero que otra gran virtud de la novela son sus momentos de reflexión en torno a la situaciones psicológicas y de reambientación en la ciudad que se les presentaron a los exguerrilleros de las FAR cuando se acabó esa etapa del conflicto. Tales circunstancias existenciales se reflejan en algunas de sus páginas en el marco de una atinada redacción de los traumas vivenciados, dando a conocer realidades concretas de retorno a la normalidad. Sin oficio aprendido, sin profesión y sin futuro, no eran bien aceptados por sus familiares y tampoco tení­an opciones de trabajo alguno. Hasta que la readaptación se asentó con el tiempo y se volvieron prácticamente fantasmas vivos. ¿Dónde están ahora? ¿Qué ha sido de ellos? ¿En qué compromiso están?

Pues bien, aquí­ tenemos a uno, ahora convertido en escritor, autor de esta novela interesante que se llama «Una pulga frente al imperio».

Confieso que recuerdo haberlo visto alguna vez pero no recuerdo dónde. En todo caso me complace darle la bienvenida como escritor tanto a él como a su primer producto escritural testimonial.