Llena de ambiciones al comenzar el año, la Presidencia española de la Unión europea (UE) se cierra eclipsada por la crisis del euro, que puso al país en el centro de las preocupaciones y obligó al socialista José Luis Rodríguez Zapatero a una amarga cura de austeridad que lo debilita políticamente.
Nada salió como estaba previsto en este semestre negro para el jefe del Ejecutivo español, que soñaba con forjarse una fuerte imagen internacional.
La crisis de la deuda griega y los temores de contagio a España y Portugal barrieron con todo, a medida que el euro vacilaba bajo la presión y los ataques de los mercados.
La hormiguita alemana impuso a la cigala española (11,2% del PIB de déficit público en 2009) el primer golpe a la gobernanza económica europea que Madrid esperaba con júbilo desde enero, a cambio de su aval a los fondos de urgencia para la Eurozona.
El gobierno español se vio forzado a adoptar medidas radicales e impopulares de reducción del déficit, con el riesgo de comprometer una anémica salida de la recesión y la recuperación del mercado laboral, mientras el desempleo galopa a más de 20% de la población activa.
El presidente de gobierno Zapatero tuvo además que adoptar una reforma de la legislación del trabajo reclamada por el FMI, que puso fin a su luna de miel con los sindicatos. El resultado de esta medida es una huelga general prevista para el 29 de septiembre.
España culmina el semestre con una «economía dirigida desde el exterior», en «posición de protectorado», denunció el miércoles el líder de la derecha opositora, Mariano Rajoy, en el parlamento, en donde Zapatero defendió, con bajo perfil, un balance «útil» de su Presidencia.
«Ha habido que lidiar con difíciles circunstancias para la Unión Europea y también para nuestro país», reconoció el jefe del ejecutivo español, en caída libre en los sondeos.
Frente a una oposición crítica, Rodríguez Zapatero puso por delante la decisión española, imitada por la UE, de publicar las pruebas de resistencia de los bancos, que contribuyó a calmar, al menos por un tiempo, a los mercados.
«Las circunstancias de la crisis griega y el problema generalizado del déficit fiscal superaron España como habrían superado a cualquier otra presidencia rotatoria», analizó Ignacio Molina, investigador en Europa para el Instituto Elcano de Madrid.
«Pero, además, España apareció como uno de los países más débiles en este escenario. Se encontró sin margen, en posición de juez y parte. Era difícil que los demás países la consideren como una presidencia neutra», añadió.
«Todas sus prioridades, como las relaciones con el Maghreb, los derechos de la mujer, fueron barridos por la crisis del euro, quedaron marginadas», comentó de su lado Dominik Hierlemann, especialista en cuestiones europeas de la Fundación alemana Bertelsmann.
En el terreno diplomático, la Presidencia española sufrió un calvario, con la anulación de la cumbre estrella UE-Estados Unidos de mayo por problemas de «agenda» de Barack Obama y la de la Unión por el Mediterráneo (UPM) de junio, que iba derecho a un fracaso con las tensiones de Oriente medio como telón de fondo.
La muerte del preso político cubano Orlando Zapata tras una huelga de hambre condenó al fracaso el intento de Madrid de hacer revisar la posición común de la UE respecto a Cuba.
Queda como hecho positivo la cumbre UE-Latinoamérica, en la que España consiguió sus objetivos: acuerdos de libre intercambio con los países de Centroamérica, Perú y Colombia y relanzamiento de las negociaciones con los países Mercosur con miras a un acuerdo similar.
Este ejercicio atormentado dejó en un segundo plano las inquietudes iniciales sobre la convivencia con el nuevo presidente permanente de la UE, Herman Van Rompuy y la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton.