¿Qué le pasó al país que de un tiempo a esta parte nada funciona y cuando lo hace se pone de cabeza? Con un grupo de amigos en los que ineludiblemente cada vez que nos reunimos sale a la conversación el tema de la política, discutimos mucho si todo el descalabro actual se inició con nuestro retorno a la vida democrática a partir de 1985, lo que se trajo al suelo todas nuestras aspiraciones de vivir un auténtico sistema en donde efectivamente el poder y la soberanía recayera en el pueblo y no que cada quien solo vea el derecho de su nariz.
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Veamos, el grupo colegiado de magistrados de la Corte Suprema de Justicia necesitó 56 sesiones para lograr elegir a quien la presidirá por el período de un año; las 158 personas que se sienten representantes del pueblo, pero que en realidad no lo son porque el proceso en que fueron electos ha estado amañado a sus personales intereses, no pudieron entre tantas cosas más, ni siquiera discutir mucho menos aprobar el presupuesto de ingresos y gastos de la Nación para el próximo año y el Ejecutivo, sigue dando traspiés hasta para emitir el documento que nos permite a los ciudadanos poder salir y regresar al país en que nacimos.
En otras palabras, la Constitución y la Carabina de Ambrosio siguen siendo la misma cosa. Nadie la respeta, ninguno la cumple y tampoco toda una Corte encargada de velar porque su función esencial sea la defensa del orden constitucional logra hacer que la organización más grande e importante del país, como lo es el mismo Estado, cumpla con sus fines, con sus deberes, con las garantías y las protecciones que como tal está obligado a dar. Así, que nos coma el tigre pues.
Dentro de ese marco no tenemos escapatoria alguna para que cualquier desalmado, porque se le dio la gana, nos pegue un par de tiros portando un arma de fuego ilegalmente, no digamos que una señora que teniendo el juez un montón de pruebas en la mano de haber utilizado sus influencias y cobrado por servir a un municipio, la deje en libertad en un par de “monazos” sin que los ciudadanos a estas alturas hayamos podido cerrar la boca ante el asombro que esa burla a la justicia nos provoca.
Al pueblo hace rato se le fue el poder de las manos. Somos según las estadísticas, más de 14 millones, quienes seguimos siendo manejados por una partida de politiqueros que, desde el año 1985, nos han estado dando atol con el dedo, repitiéndonos que nosotros decidimos, que nosotros elegimos, que nosotros debemos ir a votar por amor a Guatemala y que de nosotros depende el futuro de nuestros hijos. ¡Pamplinas! ¡Puras mentiras! Sabiendo que tenemos horchata en vez de sangre en las venas siguen aprovechándose de nuestra pasividad y paciencia ¿Hasta cuándo?