Una oportunidad para la niñez con liderazgo y protagonismo


Los niños y niñas procuradores de los Derechos Humanos, José Rabanales, Osmí­n Pérez, Mynor Acosta y Aury ívila.

El despertar en la niñez sus dotes de protagonistas y de liderazgo en uno de los espacios públicos más enaltecedores, como lo es en la defensa de los derechos humanos, es uno de los objetivos que conlleva la elección de niño y niña Procuradora que la institución de la Magistratura de Conciencia programa cada año.


Este es el momento cuando el Procurador Sergio Morales impone la insignia que nombra Procurador de los Derechos Humanos al niño Osmí­n Pérez.

Convencidos de la importancia educativa que tiene este ejercicio a través de delegar a niñas y niños responsabilidades cuyo cumplimiento les marcará una senda de vida. Que aprendan a asumir compromisos, verse y actuar como personas con vocación de asistencia, dispuestas siempre a socorrer al necesitado.

Para vivir y actuar en sociedad implica valores también muy importantes como justicia, igualdad, fraternidad, respeto, armoní­a, apoyo a quienes se encuentran en dificultades. Estos valores son los que pretendemos consolidar en cada uno de los infantes, que participan en tan singular evento, para luego difundir y consolidar los propósitos de la actividad aludida.

Un buen sector de la población coincide que la situación del paí­s estarí­a mejor, si los adultos asumieran sus obligaciones con la misma seriedad como reciben la investidura de Procuradores de los Derechos Humanos las niñas y los niños que participan de los distintos centros educativos. Un futuro prometedor les espera si continúan mostrando el entusiasmo e interés por participar activamente, porque los lí­deres se construyen precisamente, participando y dando lo mejor de sí­ en cada momento.

Este evento enorgullecen a todos los que laboran en la institución del Defensor del Pueblo y es un espacio que se abre a la participación para que se conozca la realidad que nos rodea, de lo bueno y lo malo, pues ser defensor de los derechos humanos no es tarea fácil, muchas veces es un camino solitario e incomprendido, pero altamente gratificante.

La lucha por cambiar al mundo comienza por cambiar uno mismo. El mejor legado que podemos heredar a nuestra niñez es el ser ejemplos positivos a imitar. Denuncien, pronúnciense en contra de la violencia y la injusticia, pero más importante aún, propongan soluciones, participen en los espacios de expresión y si no existen, créenlos.

Es muy frecuente escuchar que la niñez y la juventud son el futuro. Sin embargo, como lo estamos viendo, también son el presente. Y tanto el futuro como el presente dependen de lo que las generaciones mayores hicieron y hacen por quienes vienen creciendo. Para que todos podamos decir la célebre frase de Jules Michelet, historiador francés, «Creo en el futuro, porque yo mismo participo en su construcción».