¿Una nueva revolución?


Una extraña pregunta surgió entre un grupo que conversaba sobre temas y análisis polí­ticos, hará quizá un par de meses. No era un grupo cualquiera. Era un grupo que acostumbrado a ese trabajo, maneja entre sí­ un cúmulo de información. Quizá pudiéramos llamarlas de «privilegiada», por cuanto siempre, o casi siempre van delante de los hechos. A pesar de ello esa pregunta sorprendió a quienes les era dirigida. ¿Es posible una revolución en los Estados Unidos?

Carlos E. Wer

Creo que la  mayorí­a de los preguntados no pudo, quizá debido a la sorpresa, responder a ella y que el prolongado silencio fuera producto directo de ella. Sin embargo, la realidad de la crisis estadounidense, ha hecho que esa pregunta, haya sido igual a la que se hacen actualmente quizá millones de ciudadanos de ese paí­s, que ven cómo su nivel de vida se esfuma, mientras las medidas económicas de «salvataje» emprendidas por el presidente Obama, van dirigidas, al igual que las de su antecesor, a los grandes capitales que fueran quienes construyeran esas gigantescas burbujas especulativas.

 

Medidas que han entregado miles de millones de dólares a las mismas instituciones bancarias, que ni lerdas ni perezosas, los han utilizado para financiar nuevos proyectos, dejando que los antiguos clientes y deudores de créditos de vivienda, pierdan miserablemente sus hogares sin poder encontrar en esas medidas el apoyo necesario para salvar sus viviendas. Signos de pobreza, especialmente en un estado que como el de California, que se jactaban de sus capacidades para representar a uno de los más caros y exclusivos  Estados de la Unión, son sintomáticos. Hombres y mujeres que entregaron su vida al trabajo y al sueño de poder vivir una vejez holgada y sin contratiempos ven cómo el sistema en el que construyeron el «sueño americano», se diluye con la misma celeridad con la que la «burbuja inmobiliaria»Â  se encargó de destruirlo.

 

Muchos de quienes cayeron en la trampa de la «democracia», que elegí­a al primer presidente de ascendencia afro, empiezan a despertar y darse cuenta que no es el color de piel del presidente, sino el sistema el que carcomió a su sociedad. Aquellos que nacieran y crecieran bajo la sombrilla todopoderosa de la FED, creada por Paul Warburg, ahora cuestionan su propia existencia. Muchos de los ciudadanos estadounidenses quienes aún desconocen que su propia constitución les lega el derecho a la rebelión, se movilizan bajo el lema del retorno a sus raí­ces republicanas. Quienes se deslumbraron con el sueño imperial del «Nuevo Orden» empiezan a abrir los ojos y darse cuenta que él no era propiamente el sueño estadounidense, sino el que le indujera quienes, herederos de Adam Smith, no han abandonado nunca el de rescatar esa calificación para sí­ mismos.   

 

Movimiento de masas, piden quienes están dispuestos a hacer retornar al paí­s a sus tradiciones y a su sistema económico americano, heredero de las polí­ticas de Alexander Hamilton, los Carey y esa pléyade de intelectuales que generaron un sistema en el que el norte constitucional estaba orientado hacia el bien común.    

 

 

Movimiento de masas, huelgas y otros vocablos comunes en nuestra América Latina, se escuchan ya en la patria de Washington y Lincoln, abriendo espacios para que la población, carente de información y «adormecida» por los medios por décadas, pueda adquirir una nueva que le demuestra que las polí­ticas económicas que provocaron la globalización, no solamente son una farsa, sino ha procurado que la industria estadounidense otrora orgullo de la nación que se convirtiera en la potencia más grande del mundo, se encuentre hoy solicitando salvatajes estatales que le puedan proporcionar oxí­geno suficiente para sobrevivir.

 

Esta columna, que desde hace más de ocho años, anunciara la crisis económica como parte del conocimiento que recibiera de los estudios del polí­tico y economista estadounidense Lyndon Larouche, quien demostrara por medio de su famosa «Triple curva», el potencial, hoy convertido en realidad, colapso de la economí­a de su paí­s, y con él, la economí­a mundial. En esta  columna se escribieron varios artí­culos al respecto, con tí­tulos tales como «Continuemos con la Revolución Americana», en la que se hací­a prevención de que las polí­ticas económicas de libre comercio, llevarí­an como las tres veces anteriores descritas por «las Cartas de Henry Carey», las que dejaran como testimonio de lo desastroso que resultara para ese paí­s su aplicación… ¿Será posible una revolución en los EE.UU.?