Una nueva Policí­a



Siempre hemos pensado que las grandes crisis tienen que ser generadoras de grandes remedios y en el caso que vive actualmente Guatemala, tras la vergonzosa evidencia de que nuestras fuerzas de policí­a forman parte del crimen organizado, vemos con buenos ojos la iniciativa planteada por el Cardenal Rodolfo Quezada Toruño, por el Procurador de los Derechos Humanos, doctor Sergio Morales y el Rector Magní­fico de la Universidad de San Carlos, doctor Estuardo Gálvez, para impulsar una reestructuración profunda de nuestra fuerza policial con puntos concretos que vale la pena que la sociedad discuta y haga suyos.

La idea de reciclar a los viejos cuadros de la Policí­a Nacional para darle vida a una Policí­a Nacional Civil no funcionó porque en el fondo no pasó de asignar nuevo uniforme y fachada (como hacemos con casi todo en Guatemala) a las fuerzas del orden público, pero sin entender que quienes habí­an estado comprometidos con prácticas no sólo ilegales sino corruptas en el pasado no las iban a abandonar simplemente por el cambio de apariencia. Con los mismos elementos, no se podí­a esperar sino los mismos resultados y a la vista están las consecuencias de la errónea decisión que se tomó en aquel momento.

Las autoridades actuales tienen que asumir la propuesta en su justa dimensión; no puede tomarse como una crí­tica especí­ficamente dirigida a su gestión porque el descalabro tiene caracterí­sticas de pecado original y es imputable a todos los que en algún momento tuvieron que ver con la reestructura y con la dirección y conducción de la polí­tica de seguridad a partir de ese momento.

El problema del reciclaje fue resultado de una visión pragmática basada en que no podí­amos quedarnos sin policí­a mientras se formaba a nuevos cuadros. Y en ese contexto se usó a los viejos elementos que conservaron sus mañas y las trasladaron corregidas y aumentadas a los nuevos agentes que producí­a la Academia. Ahora, cuando se habla de una reestructura profunda, hay que abandonar ese viejo pragmatismo para ser creativos en la búsqueda de una solución que nos permita conformar una nueva fuerza que rompa con el pasado, que no se edifique sobre cimientos conformados por agentes mordelones o por quienes han sido usados en las tareas de la mal llamada «limpieza social» porque es un aforismo indiscutible que si bien se puede reciclar aluminio u otros metales, no se puede hacer lo mismo con seres humanos.

La idea de una real y totalmente nueva fuerza policial es vista como un serio problema por la necesaria transición, pero luego de los tan sangrientos y brutales argumentos que hemos vivido recientemente, nadie puede cuestionar la absoluta necesidad de una medida radical. Por difí­cil que sea, es momento de asumir un cambio a fondo en la fuerza de policí­a y hay que ir pensando que el mismo camino deberemos seguir luego con el Ministerio Público.