Una máquina del tiempo


Mis posibilidades económicas me permiten, en este momento, entregarles a todos esta Máquina del Tiempo, especialmente a usted, amable lector, y también a mí­ mismo. Se la regalo a todos, lo cual quiere decir especí­ficamente a TODOS, incluidos a quienes, aparentemente, no la merecen, como los politiqueros, los sicarios y otros malandrines.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

De niño, soñaba con las posibilidades de esta máquina. Con cada error cometido, deseaba tener este artilugio, para retroceder el tiempo y enmendar la falta. A medida que fui creciendo, esta máquina se volví­a cada vez más necesaria. Sin embargo, mis posibilidades económicas no daban para encontrarla, ni mucho menos para comprarla.

Por todos lados preguntaba por una máquina del tiempo, buena, bonita y barata, en buen estado y negociable, para poder retroceder el tiempo cuando quisiese. Pero nunca encontré, en su momento, un vehí­culo de tales caracterí­sticas.

Según supe por HG Wells, que hubo una vez un hombre que tuvo una, pero que no fue utilizada para retroceder, sino para visitar el futuro, lo cual me hizo entrar en mis primeras sospechas: quizá no exista una máquina para RETROCEDER el tiempo.

También, por Robert Zemeckis supe de las aventuras vividas por un cientí­fico y un adolescente con una máquina del tiempo. Aunque en esta historia sí­ se podí­a viajar al pasado, los protagonistas eran conscientes de que cualquier cambio alterarí­a sustancialmente el presente y el futuro, por lo que evitaban hacerlo. Por ello, se enfocaron esencialmente en regresar al futuro, y componer la situación en el presente.

Ante la imposibilidad de tenerla, sobre todo cuando mis errores se hací­an más notorios, me consolaba el hecho de que casi todas mis decisiones surgieron dentro de un contexto determinado, que me condujeron a realizar lo que hice. Me consolaba el hecho de que, si retrocediera al pasado, me darí­a cuenta de que, seguramente, volverí­a a optar por lo que hice.

Recuerdo este sentimiento, especialmente ahora, tras conocer la historia del taxista Jorge Efraí­n Cac, quien perdió a sus tres hijos y su esposa en el atentado en el bus de las Rutas Quetzal, el pasado lunes 3 de enero de este año. í‰l habí­a ido con toda su familia a comprar los útiles escolares, pero como ya habí­a perdido toda la mañana y no habí­a realizado «carreras» para trabajar, les pidió que se retornaran a la casa en camioneta, así­ él podí­a continuar trabajando.

Supongo que él se estará preguntando qué hubiera pasado si, en vez de pedirles que abordaran el bus, los hubiera ido a dejar en el taxi. Siento compasión de él, porque ha de estarse preguntando esta posibilidad constantemente. Me gustarí­a regalarle la Máquina del Pasado, pero he llegado a la conclusión de que no existe.

Como mencioné, es ocioso cuestionarse sobre las infinitas posibilidades que NO elegimos en su momento, ya que, si retrocedemos mentalmente, recordaremos las razones por las que decidimos hacer tal o cual acción (salvo los casos en que el error haya sido premeditado), y recordaremos que era la mejor opción.

Es por ello que, en mis posibilidades económicas, sólo me alcanza para regalarles a todos una Máquina del Futuro. Es muy fácil de usar: simplemente, antes de hacer o decidir cualquier cosa (especialmente si es muy importante), aborde la Máquina del Futuro, y visualice cómo será su vida, la de su familia, la del paí­s, etc., tiempo después de que usted haya tomado su decisión. Estoy seguro de que con esta máquina, usted no necesitará de la Máquina del Pasado.

O, mejor dicho, si utiliza la Máquina del Futuro, no necesitará la Máquina del Pasado, porque se arrepentirá menos.

Como dije, es mi deseo regalarle esta máquina a todos, incluyéndolo a usted y a mí­. Sin embargo, es mi deseo regalársela, especialmente, a quienes tienen decisiones importantes que nos atañen: por ejemplo, a los que deciden las licencias mineras (para que evalúen cómo será el futuro cuando las minas dejen de mamar de la dorada ubre); asimismo, a los extorsionistas, sicarios y demás delincuentes (especialmente a los que ponen bombas incendiarias en buses); y, también, para los que emitirán su voto este año (para que visualice cómo será nuestro futuro cuando su candidato llegue al poder). Ahí­ está… se la regalo. Utilice la Máquina del Futuro cuando quiera.

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