Una invitación injustificable


Muchos de los males que nuestro paí­s ha venido padeciendo a través de su historia se deben a la ignorancia de las leyes. Pregúntele a cualquiera cuáles son las obligaciones del Ministerio Público o las funciones de la Contralorí­a General de Cuentas y verá que no saben en dónde quedan sus oficinas, mucho menos algo tan importante como que debieran ser útiles y no contrapesos para combatir eficazmente la delincuencia que nos trae por el camino de la amargura. No, no estoy diciendo que todo chapí­n debiera estudiar para abogado o ser eruditos en la materia, sino que al menos debiéramos conocer las normas que rigen nuestro comportamiento.

Francisco Cáceres Barrios

Los diputados que integran el Congreso de la República tienen en la Constitución de la República atribuciones especí­ficas. En ningún lado aparecen las de tener que «vivir experiencias de la tristeza o agoní­a de ganar una medalla en cualquier evento deportivo», mucho menos concurrir con pasajes, gastos y viáticos pagados cuyo costo se elevó a casi los 300 mil quetzales, provenientes de fondos que debieran haber sido exclusivamente dedicados a las actividades deportivas y no para quedar bien o contemporizar con nadie, por muy encopetado que fuera su cargo. Con esto más, los directivos del deporte tienen la sobrada obligación de rendir cuentas claras y precisas, porque no es dinero propio el que manejan, sino proviene de los bolsillos de los contribuyentes y, para predicar con el ejemplo, debieran abstenerse de hacer invitaciones de «complacencia», como la que se acaba de extender a cuatro diputados que «olí­mpicamente», en lugar de estar cumpliendo con sus deberes de decretar, reformar o derogar leyes, se fueron al Brasil, como quien dice ¡viva la pepa! Mientras que aquí­ haya tanto trabajo atrasado.

Por ello insisto en la postura cí­vica de ir a votar el 9 de septiembre, pero cuando le entreguen la papeleta para elegir diputados se anule en clara y manifiesta intención de resaltar una radical oposición a que sigan mangoneando los fondos públicos 158 diputados, cuando con 60 sobran; que el derecho a reelección lo hayan confundido con la perpetuidad, a pesar que tan poco hayan hecho para merecer la calidad de «dignatarios» y porque se siga vedando a la ciudadaní­a el derecho a votar por aquel candidato más apto para ser su representante y no que le obligan a marcar un sí­mbolo partidario que no le merece ninguna confianza, mucho menos, garantí­a de honestidad, capacidad, conocimientos y experiencia. Finalmente, vale la pena preguntarle al flamante Contralor General de la Nación, ¿a su juicio se podrá justificar que mientras tantos deportistas no pudieron viajar a Brasil por falta de fondos, se hayan ido a pasear cuatro diputados que no tení­an ninguna vela en el entierro?