Una historia sobre ruedas


La vida le ha enseñado a luchar para poder sobrevivir, y después de intentar varios oficios, ahora Isaí­as Solí­s se dedica a vender tarjetas de recarga para los teléfonos, dentro de la Universidad de San Carlos de Guatemala, donde desde hace algunos años ha logrado mantener a su familia.

Eddy Coronado
ecoronado@lahora.com.gt

El tiempo ha cambiado desde que se dedicaba a sembrar maí­z y frijol en Izabal, lugar que lo vio nacer, y por un descuido en las ví­as del tren quedó en silla de ruedas; pero eso no ha sido obstáculo para luchar por la vida.

Cuando las circunstancias cambiaron drásticamente su forma de vivir, con í­mpetu y deseos de tener una existencia digna decide trabajar en la ciudad capital, donde reside actualmente con su familia y se dedica a las ventas.

– Pregunta: ¿Cuánto tiempo tenés de vender tarjetas?

– Respuesta: Alrededor de cuatro años de trabajar en las calles y aquí­ en la Universidad.

-P.: ¿Qué hací­as antes?

-R.: Bueno, desde el principio trabajaba en la agricultura en Izabal, donde cosechaba maí­z y frijol.

-P.: ¿A qué edad comenzaste?

-R.: A los 12 años comencé a trabajar, pero a los 16 años comencé a tomar licor, primero solo los sábados y después más seguido; ese tiempo fue muy malo.

-P.: ¿Cómo quedaste en silla de ruedas?

-R.: Un 24 de diciembre nos pusimos a tomar licor con mis amigos y luego nos fuimos para mi casa, en ese entonces conocí­ a una mujer de la que me enamoré y se lo dije pero ella me dijo que querí­a a alguien más. Entonces agarré el vicio con más ganas.

Al dí­a siguiente en la madrugada del 25, me salí­ de la casa y me quedé tirado donde pasaba el tren allá en Izabal y a las cuatro de la mañana me pasó quebrando los pies.

-P.: ¿Te los quitó de inmediato?

-R.: No, no me quitó los pies, solo me los quebró, pero ese dí­a no habí­a doctores porque era feriado y tení­an que llevarme a la capital, me dijeron que porque allí­ no podí­an curarme, pero la ambulancia no tení­a gasolina para traerme a un hospital de la ciudad y fue hasta que un vecino colaboró con 50 quetzales para llevarme.

-P.: ¿Y en la capital qué sucedió?

-R.: Después de tres dí­as me trajeron al Hospital Roosevelt solo para que me dijeran que un familiar tení­a que firmar porque tení­an que quitarme las canillas, porque se me habí­a pegado la gangrena y si no me las quitaban me morí­a.

-P.: ¿Cómo fue tu vida después de esto?

-R.: Regresé para Izabal, pero ya no podí­a seguir trabajando la tierra y no podí­a hacer mucho, después cambié mi actitud y decidí­ venirme a la capital para estudiar electrónica, pero no me aceptaron porque solo habí­a llegado a segundo grado, entonces me dejaron dos meses de prueba y saqué el curso de radio y televisión.

-P.: ¿Cuánto tiempo trabajaste?

-R.: Trabajé un año reparando radios, pero donde vi que no era muy rentable comencé a buscar otras opciones.

-P.: ¿Y qué pasó después?

-R.: Me puse a estudiar zapaterí­a por las tardes y trabajé haciendo bolsas en las mañanas, así­ mejoró un poco, me llevé el segundo lugar de los mejores estudiantes. Pero es difí­cil encontrar un trabajo estable, al final la empresa donde trabajaba quebró.

-P.: ¿Y qué hiciste?

-R.: Reparaba zapatos, sillas y todo lo que podí­a hacer, pero el dinero no me alcanzaba. Con el poco dinero que me dieron de tiempo intenté buscar dónde vendí­an tarjetas para empezar a vender en las calles. Al principio me costó mucho porque no sabí­a cómo venderlas y transportarme era muy difí­cil.

-P.: ¿Cómo viajabas en la ciudad?

-R.: Primero los buses no me llevaban y algunas veces me tocaba que recorrer en la silla de ruedas más de cinco kilómetros, solo compré unos guantes para detener las llantas en las bajadas y así­ me tocaron los primeros dí­as.

-P.: ¿Todos lo dí­as recorrí­as así­?

-R.: Pues, como no me querí­an llevar, después me poní­a frente a los buses cuando se parqueaban y solo así­ no tení­an otra opción más que llevarme.

-P.: ¿Y en tu trabajo?

-R.: Los primeros dí­as no vendí­a nada, hasta que pedí­ permiso dentro de la Universidad porque los policí­as no me dejaban vender. Pero al final me dejaron.

-P.: ¿Cuántos hijos tenés?

-R.: Una hija de 15 y un varón de 7 años, gracias a Dios todos estamos bien.

-P.: ¿Qué haces en tus tiempos libres?

-R.: Me gusta jugar básquetbol y con unos amigos nos juntamos para divertirnos un rato.

-P.: ¿Si pudieras cambiar Guatemala, qué cambiarí­as?

-R.: Hay que arreglar la justicia, porque aunque agarren a los ladrones, en el sistema de justicia los vuelven a liberar. También muchos jóvenes que forman maras y hacen desastres.

-P.: ¿Cómo lo cambiarí­as?

-R.: Primero hay que aconsejarlos con el amor de Dios y enseñarles lo correcto, pero también hay que darles oportunidad para buscar un trabajo digno, aunque lo más importante es cambiar la forma de actuar de los jueces para que los ladrones paguen por lo que hicieron.

SEMBLANZA

Nombre: Isaí­as Solí­s

Edad: 40 años

Actividad económica: Vender tarjetas de teléfono

Profesión: Zapatero, Técnico en radio y televisión

Estado Civil: Casado

Pasatiempos: Jugar básquetbol

Para nosotros en Diario La Hora, es importante valorar el esfuerzo y trabajo que cada guatemalteco hace dí­a a dí­a, para superarse, apoyar a su familia y contribuir con el paí­s. Por este medio, reconocemos su labor, la agradecemos y, sobre todo, la valoramos, pues estamos convencidos de que la suma de todos los chapines que deseamos una mejor Guatemala, nos podrá llevar al cambio y desarrollo que tanto deseamos.