El patriarca no puede entender ni aceptar que su hija disponga y decida sobre su propia sexualidad.
IXQUIC, hija de Cuchumaquic, uno de los señores de Xibalbá, es la figura mítica femenina del Popol Wuj encargada de continuar la estirpe de los jugadores de pelota. Además de haber sido una actividad que gozaba de mucha popularidad, el juego de pelota, pok-ta-pok en maya, tenía profundas significaciones entre los antiguos mesoamericanos. Cuando la pelota de caucho tocaba el suelo, llevaba la esencia de la luna, o el sentido femenino. Cuando se levantaba tenía la función solar, o el contrario masculino. Tierra y mujer, por un lado y cielo y hombre por otro, eran ya polaridades que cumplían funciones ideológicas en aquella sociedad teocrático-militar y agraria de los maya-quiché. Existe también la teoría de que el juego de pelota era una confrontación entre la luz y la oscuridad, entre el mundo visible y el inframundo (Xibalbá).
Los ganadores, según una corriente de investigadores, eran los sacrificados, en un rito sangriento en honor al astro solar, que recibía la energía necesaria para continuar encendiendo al mundo. Y lo aceptaban gozosos pues era la manera de entrar al mundo divino. Pero hay opiniones que sostienen que los jugadores no eran sacrificados, perdieran o ganaran, ya que eran parte de la nobleza gobernante.
Xibalbá representa las fuerzas negativas y destructoras. Por lo tanto y a causa del etnocentrismo inevitable en toda visión mítica del mundo, encarna las energías negativas de un pueblo aparentemente extraño. Lo normal es lo propio. Incluyendo la auto visión masculina del mundo. Más subsiste un planteamiento velado, hay algo de Xibalbá en todos: el origen. Resulta así la parte negativa del ser, el lado oscuro de la existencia.
Los señores de Xibalbá usaron su poder para someter a la estirpe de los jugadores de pelota asesinando a Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú. La cabeza de Hun-Hunahpú da origen a un árbol cuyos frutos atraen profundamente a Ixquic, quien como una Eva quiché es llevada por la fuerza incontenible del deseo y se aproxima inevitablemente al árbol. La cabeza de Hun-Hunaphú le habla entonces y le escupe la mano, tras lo cual Ixquic queda encinta.
El señor Cuchumaquic reacciona muy afligido al percatarse del embarazo inusitado de su hija. Sobre todo por la ausencia del varón que la ha preñado. Ixquic no puede responderle sobre la identidad del fecundador, ante lo cual Cuchumaquic explotando en cólera le grita: –Xa u hoxbal, es decir y literalmente siguiendo las indicaciones del traductor Recinos: «No es más que una prostituta». Enseguida da órdenes a los cuatro búhos o Tucur de que la maten en el monte. Ixquic valiéndose de un ingenioso truco, que recuerda los cuentos de los hermanos Grimm, convence a los mensajeros búhos para que le lleven a su padre en una jícara la savia roja de un árbol y de esta manera hacerle creer que es el corazón de la doncella.
Ixquic vence así la voluntad de su padre y dará a luz a los gemelos Hunahpú e Xbalanque, los cerbataneros que serán los futuros héroes vencedores absolutos de Xibalba. Recuérdese que ellos mismos son nietos de un noble de Xibalbá, lo que confirma el círculo único donde el bien y el mal se connubial en el ser humano, con la idea finalista del triunfo del bien.
Ixquic y su lucha nos conduce al drama humano del encuentro y lucha de los sexos. También indica el grado de subordinación de la mujer precolombina al patriarcado militar y teocrático. Esta doncella maya-quiché logra, sin embargo, vencer el intento de cosificación del padre, rescatando la memoria de la estirpe, o sea la posibilidad matrilineal. Alguna vez en la historia de este pueblo agrario, las divinidades femeninas fueron substituidas o superadas por dioses masculinos. Aunque por el carácter agrario la tierra tuvo siempre una gran significado. La relación con la mujer le daba a ésta cierta posibilidad de evitar el tutelaje total. De hecho todavía existían divinidades femeninas a la llegada de los españoles.
Los quichés descienden de una cultura que centraba sus creencias religiosas en dos dioses principales, uno masculino y otro femenino: Itzmná y su esposa Ixchel, Ixquic vendría a ser nieta de Ixchel y a su vez busca a la abuela de los jugadores de pelota para llevarle a los gemelos. En un momento dramático la abuela todavía con dudas demanda de Ixquic una cosecha de maíz. La doncella invoca entonces a Chahal, guardián de las sementeras y a las tres divinidades femeninas: Ixtoh, diosa de la lluvia, Ixcanil, la diosa de las mieses e Ixcacau,diosa del cacao. Cumple así con las demandas de la abuela para luego retirarse a parir en un cerro sagrado. Hay un intento fratricida de los hermanos mayores de los gemelos, que vivían con la abuela, pero los gemelos sobreviven; más tarde y mediante el uso de la magia, como es común en el Popol Wuj, vencen a sus hermanos mayores convirtiéndolos en monos que al danzar hacen reír a carcajadas a la abuela cuatro veces y desaparecen en el espeso de los bosques verdes del Quiché. Luego los gemelos descubrirán que no son simples campesinos, sino descendientes de la estirpe de los jugadores de pelota -la élite dominante- y darán comienzo a su misión mítico/histórica de vencer al reino de Xibalbá.
Pero por qué enfurece Cuchumaquic? La mujer recuerda siempre la doble naturaleza del origen, como vida y como muerte. Aquí una clave para comprender la tendencia precolombina, como toda sociedad patriarcal, a resaltar lo negativo y contradictorio del sexo femenino. Al mismo tiempo que el hombre al proyectarse sobre la mujer la cosifica, la invalida como sujeto. Para legitimar esta subordinación se afirma la inferioridad de la mujer, frecuentemente expresada en su debilidad, «el sexo débil», y por lo tanto en su tendencia al mal, a la corrupción y al pecado. En suma, a la mujer le es vedado el derecho a decidir sobre su cuerpo y a elegir las formas y tiempos de su sexualidad.
El papel de interdicción le corresponde al padre, que dicta la ley y regulariza el sistema patriarcal o dominación del hombre sobre la mujer. Es entonces que la ausencia de un padre resulta insoportable para Cuchumaquic. El patriarca no puede entender ni aceptar que su hija disponga y decida sobre su propia sexualidad.
El triunfo de Ixquic resulta fundamental para entender y desvelar la necesidad de liberación en momentos en que las estructuras precolombinas habían sido rotas y se imponían otras nuevas y desconocidas, donde el nuevo patriarcado hispano se imponía al precolombino, y con aún más brutalidad. Detrás o delante de Cuchumaquic está Abraham dando a luz a sus hijos. María la Virgen ha tomado el lugar de la doncella Ixquic. Además: el juego de pelota fue prohibido por los conquistadores, borrándolo aparentemente de la memoria colectiva, como lo habían hecho los antiguos señores de Xibalbá con el pueblo quiché.