Una hegemoní­a ha llegado a su fin


El desplome de ayer en Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que representó, en el ámbito geopolí­tico, la caí­da del muro de Berlí­n. Paul Samuelson, premio Nobel de Economí­a, afirmó recientemente: «Esta debacle es para el capitalismo lo que la caí­da de la URSS fue para el comunismo.»

Walter del Cid

El Nobel de Economí­a se referí­a sin embargo, a los sucesos de la semana pasada. Calificada por los diarios del mundo como «El Septiembre Negro Financiero», copiando la denominación a los trágicos sucesos de Munich, en 1972, precisamente en un año de Juegos Olí­mpicos en aquella ciudad alemana.

En tanto, en nuestro paí­s, los analistas egresados del College Superior, secuela local del «Chicago Boys», achacan el descalabro financiero a la «intervención del Estado» norteamericano emprendido por parte de la FED (denominación común en inglés al Sistema de Reserva Federal, algo así­ como la Junta Monetaria nacional). Sin embargo, aquella, se les olvidó mencionarlo, es un consorcio público/privado conformado por una Junta de Gobernadores (7); a quienes se les agregan los 12 representantes de los bancos de reserva federal y de los bancos privados (según la distribución del territorio de los Estados Unidos de América).

Por mutuo acuerdo, desde el 23 de diciembre de 1913 funciona sí­, como un Banco Central, el Banco Central de los USA (que ahora con la persistencia de la operación rescate, -que ya ha representado 85 mil millones de dólares, se ha llegado a ironizar esta abreviatura como la Unión de Socialistas de América), pues en efecto la crisis financiera en la que se encuentra sumido Estados Unidos produjo que algunos de los bancos y compañí­as aseguradoras más importantes suplicaran al Gobierno que realice un enorme desembolso de dinero para sacarlos de la crisis.

Los que durante mucho tiempo han sido acérrimos enemigos de los impuestos, ahora necesitan dinero de los contribuyentes, de la clase trabajadora para mantenerse a flote. El denominado «salvataje» fracasó ayer. Aún los republicanos, según los cables a razón de 2 por cada 3, le dieron la espalda a quien en los últimos casi 8 años, fue presentado como el más carismático y acertado lí­der de la nación más poderosa del mundo. De nada sirvió que la semana anterior el Secretario del Tesoro Henry Paulson, literalmente se arrodillase implorando la aprobación del «plan de rescate» promovido por él y George W. Bush.

Pero como apunta un interesante artí­culo, aparecido recién el viernes pasado en «The Guardian», por Naomi Klein: «Durante los tiempos de la bonanza, es rentable predicar el laissez faire, (dejar pasar) porque un gobierno ausente permite que se inflen las burbujas especulativas. Cuando esas burbujas revientan, la ideologí­a se convierte en un obstáculo, y se adormece mientras el gran gobierno parte al rescate. Pero tranquilizaos: la ideologí­a volverá con toda su fuerza cuando los salvatajes hayan terminado. Las masivas deudas que el público está acumulando para rescatar a los especuladores pasarán entonces a formar parte de una crisis presupuestaria global que será la justificación para profundos recortes en programas sociales, y para un nuevo í­mpetu para privatizar lo que queda del sector público. También nos dirán que nuestras esperanzas de un futuro verde son, lamentablemente, demasiado costosas.

Predicar así­, la hegemoní­a del mercado es muy cómodo. La mejor prueba del fracaso del sistema, lo constituyen estas apelaciones a la intervención del Estado -las mayores, en volumen, de la historia económica-. Este fenómeno del cual somos silenciosos testigos, demuestran que los mercados no son capaces de regularse por sí­ mismos. Se han autodestruido por su propia voracidad. Además, se confirma una ley del cinismo neoliberal: se privatizan los beneficios pero se socializan las pérdidas. Se hace pagar a los pobres las excentricidades irracionales de los banqueros, y se les amenaza, en caso de que se nieguen a pagar, con empobrecerlos aún más. Ya veremos cómo se ponen de acuerdo para el próximo jueves.

Finalmente, como señala el profesor Michael Krí¤tke, de la Universidad de ímsterdam: «Â¿Qué queda entonces de la superpotencia EEUU? Su poder estaba construido sobre barro financiero. Con el desplome de la hegemoní­a del dólar, llegó a su fin; el sistema financiero estadounidense ha quedado desacreditado por años. Esto es el fin del capitalismo estadounidense, del ejemplo que por décadas se nos ensalzó como modelo a seguir. Y no es poco, aunque no sea, ni por mucho, el fin del capitalismo como sistema mundial.» En todo caso, lo que antes fue, no lo volverá a ser nunca más. Una hegemoní­a ha llegado a su fin. Pero esto es solo el principio de una crisis que sin lugar a dudas nos habrá de alcanzar, como ya ha arrastrado a otros.