Una gran revolución está por iniciarse


Si el amor a Guatemala se midiera por el número de candidatos interesados en llegar a ser Presidente, Alcaldes, Diputados, miembros del Parlamento Centroamericano o simplemente Ministros, podrí­amos decir que en este paí­s muchos aman bastante el suelo patrio. Habrí­a que decir que el ardor y el celo por hacer grande a la nación es exagerada, casi un fanatismo que nos pondrí­a para un «Guinness World Records».

Eduardo Blandón

Las evidencias parecen irrefutables. Los candidatos trabajan dí­a y noche por tomar el timón del paí­s. El trabajo es frenético, incansable, tenaz. Se preparan discursos a diario, se frecuentan los medios de comunicación social, se visitan ciudades, se ofrece amistad, se abraza a la gente, se practican posturas, se regalan sonrisas. Sólo hay una idea en la mente: llegar, gobernar y hacer de Guatemala un gran paí­s. Esto es una locura, el amor patrio es extremo, la gente se volvió maniática.

Con tanta gente así­, es de esperar que los candidatos, aunque pierdan, seguirán urgidos por construir la nación que sueñan y ofrecen a diario. Pensarán que la pérdida de una batalla no puede quitar el deseo por construir la Guatemala del siglo XXI. El amor sobrepasará cualquier pequeña frustración. Trabajarán de otra forma, desde el Congreso, desde otras trincheras, para colaborar con el equipo ganador, ese con quien comparten algo: el amor por el paí­s.

Tanta pasión por Guatemala no se puede esfumar por la pérdida de la campaña, qué va, eso serí­a inmadurez, y el amor de los candidatos no es de adolescentes, no es una ilusión o un vano deseo, es amor verdadero. No tendrí­a que irnos mal después de las elecciones porque son muchos los que quieren al paí­s, hay tanto amor que la nación está pintada de colores, hay muchas canciones y la buena voluntad es desbordante. A menos, claro está, que los candidatos nos mientan y no sea el amor por el paí­s lo que los mueva, sino otras intenciones, pero eso no puede ser.

Serí­a de malpensados concebir que los candidatos buscan dinero, prestigio y poder. No puede ser. Se les ve tan infatuados, benevolentes y prestos por hacer el bien que pensar mal serí­a diabólico. ¿A quién se le ocurrirí­a pensar que tienen mala voluntad y que buscan sólo su propio provecho? Sólo a espí­ritus pesimistas, maleados y mal pensados. Estoy seguro que los candidatos quieren el bien de Guatemala y aquí­ lo que está ocurriendo es una revolución nacional de amor por el paí­s. Lo demás constituye sospechas perversas que a nada conduce a la mente.

Aquí­ las ideologí­as no interesan porque casi todos comparten más o menos la misma utopí­a. Los discursos giran alrededor de la lucha contra la pobreza, las injusticias, la seguridad, el bienestar y la mejor distribución de la riqueza. Casi todos hablan de mayores oportunidades, educación y salud. De modo que en el fondo no interesa si gobierna una flecha, tres dedos, una pirámide o un simple cí­rculo. Con cualquiera de los candidatos el paí­s sale vencedor.

Entonces, amigo, no hay de qué preocuparse. Guatemala en menos de nueve meses comenzará una nueva historia y lo mejor está por venir. Dichoso nosotros que seremos testigos de tan magno evento. Dios es bueno.