Hoy se celebra el Día Internacional del Libro, un acontecimiento creado precisamente para hacer más relevante la importancia de este instrumento para el desarrollo y la evolución de los pueblos.
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Básicamente, un libro puede entenderse como una compilación de escritos, impresos en papel y cubierto por unas tapas para proteger la organización de las páginas. Sin embargo, ante la evolución de los métodos digitales, también se entiende por libro a las formas electrónicas que buscan emular el efecto del libro para su lectura en medios tecnológicos, como la computadora, palms o celulares, o por medio de recursos sonoros, a través de casetes o discos compactos.
El libro es primordial para la época moderna de la humanidad, pues es a través de él que se ha preservado y transmitido buena parte del pensamiento y la cultura. Previo al libro, se manejaban otros recursos como la oralidad, que no permitía conservar al cien por ciento la integridad de la obra ni la propiedad intelectual; u otros medios gráficos no tan portátiles, como grabados en piedra, o más perecederos, como papiros.
Para el aparecimiento de los primeros libros, en la Edad Media, éstos eran raros y costosos, y ante el analfabetismo reinante, se convertían en un verdadero privilegio. Además, el copiado de los libros era un proceso largo, que usualmente no se hacía para la comercialización, por lo que la función, en ese tiempo, de los libros, consistió en la preservación.
Con la imprenta de Gutemberg, se dio un importante salto en la humanidad, pues desde entonces, la difusión del libro se ha hecho, cada vez, más popular.
Ya para el siglo XVIII, la producción de libros era bastante ágil, de tal forma que se empezaba a pensar en ellos como un producto para el mercado. En la Europa de la Ilustración, el libro ocupó un lugar central en la difusión de la cultura y la ciencia.
Con ello, la literatura empezó a valorar también la función de los autores, sus ideas y sus derechos, por lo que, desde entonces, la idea de libro también va ligada a la de propiedad intelectual (hay que recordar que esta celebración también se conmemora el Día de la Propiedad Intelectual).
Asimismo, los editores, las imprentas, las librerías y las bibliotecas, se involucraban en este juego para difundir aún más el libro.
Particularmente, surge un nuevo actor en el proceso de la literatura, el cual es el lector, pues era valorado como el destinatario final de este proceso. En fin, la lectura ha sido, pues, un modo de medir el desarrollo de un pueblo. Son tan valiosas las cifras sobre el nivel de alfabetismo de una población, tanto así como el nivel de analfabetismo funcional, para medir el grado cultural de un país.
Es por ello, que es impensable ahora valorar la producción de libros, si no se invita también a la reflexión de la cantidad de lectores. En este año, en Guatemala, se llevará a cabo la Feria Internacional del Libro (Filgua 2008), la cual tiene como lema «Vamos por un país de lectores», como uno de los aportes que pueden hacer para el desarrollo nacional, pues es a través de la autoformación como se progresa a etapas superiores de la cultura.
Usualmente, se expone como excusa para no tener el hábito de lectura, el hecho de que los libros en Guatemala se venden a precios muy altos, y, ante el alto costo de vida, el libro es visto, incluso, como un artículo de lujo.
Sin embargo, ante estas quejas, en otros países se han establecido políticas nacionales a fin de fomentar la producción de libros y, por ende, de lectores.
Por ejemplo, en la mayoría de países latinoamericanos, la comercialización de libros carece del Impuesto al Valor Agregado (IVA), a fin de reducir el precio al público; asimismo, se ha establecido la política de cero aranceles a libros importados. Con ello, en otros países, se ha logrado reducir en buena medida el costo de los libros.
Como principal argumento que se da para no quitar el IVA a los libros, se indica que no es posible fiscalizar cuando un negocio está vendiendo un libro libre de impuestos, y cuando factura otro producto, refiriéndose a que la venta de libros no se reduce sólo a las librerías.
Sin embargo, existe la postura a favor de la «ordenación» de las políticas de la venta de libros, puesto que en Guatemala se han clasificado como «librerías» a negocios que deberían denominarse «papelerías»; o la reglamentación de la venta de libros libres de impuesto para las librerías.