José Mourinho no necesitó casi salir del banquillo ni dar indicación alguna para ser el omnipresente dueño de la atención en el Santiago Bernabéu, convertido hoy en una caldera de gritos, insultos, cánticos cruzados y división.
MADRID / Agencia DPA
El portugués dirigió su último partido en el Real Madrid y lo hizo con el sello que lo caracterizó durante las pasadas tres temporadas.
Si alguien pensaba que la despedida podría ablandar rencores se equivocó, porque el Real Madrid vivió una tarde de división exacerbada, apenas maquillada por la intrascendente victoria por 4-2 ante el Osasuna en la última fecha de la Liga española.
Una ensordecedora y prolongada silbatina acompañó su nombre cuando fue mencionado en los alparlantes del estadio, tal vez acentuada luego de que el técnico decidiera excluir el viernes de la convocatoria a Cristiano Ronaldo, Iker Casillas, Pepe y Sergio Ramos, de presunta mala relación con Mourinho.
El sector más ruidoso de la grada, el de los «ultras», reaccionó entonces al grito de «José Mourinho, José Mourinho», mientras agitaba una bandera en blanco y negro del «Special One». Pero el resto del estadio respondió con otra catarata de silbidos. Las banderas de «Hasta nunca Mou» y «Mou te queremos» simbolizaban la evidente fractura en la hinchada.
«Escribid a favor de Mourinho, hijos de puta. Periodistas terroristas», insultaba mientras tanto un grupo de fanáticos a Mourinho a metros del sector de prensa.
Apoyado contra una pared de la escalinata rumbo al vestuario, el entrenador más polémico de la historia del Real Madrid recién saldría al campo una vez que el árbitro diera el pitido inicial.
No quería enfrentarse a la marea de fotógrafos y efecivos policiales que lo esperaba frente al banco de suplentes. Intento inútil, porque iniciado el partido los fotógrafos siguieron ahí parados prácticamente dentro del campo de juego, lo que dio lugar, una vez más, al escándalo.
Molesto por la barrera humana que le impedía ver el encuentro, Mourinho decidió salir entonces del refugio del banquillo y se quejó ante el árbitro, que debió detener el partido para que despejen la zona. La marea de fotógrafos había impedido a Mourinho ver una clara ocasión de riesgo a favor de la visita apenas iniciado el partido, pero eso poco importaba hoy.
Sólo el gol de Michael Essien, que corrió al banquillo a saludar a Mourinho, volvió a sacudir la modorra, pese a los seis goles que ofreció la primaveral tarde en Madrid.
Vestido con una informal chomba azul, el portugués apenas saludó al público cuando terminó el encuentro.
Pero fiel a su espíritu especulador, volvería a salir unos minutos después de finalizado, cuando las gradas lucían semivacías y solo quedaba el sector que lo apoyaba en el sector sur. Entonces, Mourinho alzó las manos, se sacó unas fotos, recibió la ovación de su tribuna y se metió rápidamente en el vestuario. Fue la última vez que se lo vio en el Santiago Bernabéu.