Muchos historiadores y analistas políticos están de acuerdo en que el doctor Juan José Arévalo Bermejo, ha sido el mejor Presidente de Guatemala. Pero también coinciden en que el coronel Jacobo Arbenz Guzmán tuvo el mérito de ser el gobernante más nacionalista y pionero de la lucha antiimperialista en nuestra América. El pasado 27 de junio se cumplió un aniversario más de su derrocamiento como consecuencia de la intervención armada de mercenarios organizada y financiada por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, (CIA), con el apoyo de la clase dominante local y la entonces poderosa compañía bananera United Fruit Company, UFCO.
El derrumbe del régimen del presidente Arbenz Guzmán marcó el inicio de una de las etapas de mayor tragedia nacional, pues fue la fecha cuando empezó el secuestro de la democracia que el pueblo de este pequeño país centroamericano estaba construyendo paso a paso luego del triunfo de la Revolución del 20 de octubre de 1944, la cual permitió romper las cadenas de la serie de dictaduras liberales protectora de la oligarquía terrateniente, abriendo las puertas para un período de libertades y de respeto a la ley.
El período de 53 años desde el año 1954 cuando se produjo la caída del gobierno arbencista hasta el día de hoy ha sido para Guatemala uno de los tiempos más obscuros de su historia. La prolongada guerra sucia, caracterizada por escuadrones de la muerte, masacres, ejecuciones extrajudiciales, desaparecidos, miles de exilados, desplazados internos, viudas, niños huérfanos, aldeas modelo, el reclutamiento forzoso para el ejército, la temida policía judicial o policía secreta, el muro de la impunidad, las PAC y los acuerdos de paz que no se cumplen, son sólo algunas facetas del secuestro de la democracia de Guatemala.
En Guatemala existe una democracia, pero es una democracia de papel, que no tiene mayor significado para los miles de guatemaltecos que viven en la pobreza y de quienes los partidos políticos sólo se acuerdan cada cuatro años cuando tratan de manipularlos para que les den su voto. La realidad es que el país sigue desgarrado y sumergido en un profundo abismo de derrota e incertidumbre. Elecciones van y elecciones vienen, y al final el poder continúa en las manos de los mismos grupos o de los herederos de los que truncaron el desarrollo nacional que el presidente Arbenz estaba impulsando por la vía del capitalismo independiente.
En el año 1954, se construyó la patraña de que el gobierno del coronel Arbenz estaba caminando hacia el comunismo. Sin embargo, la historia se ha encargado de demostrar que ello sólo fue un pretexto para justificar la invasión extranjera.