Una década sin Severo Martí­nez Peláez


Severo Martí­nez Peláez destacó como historiador, revolucionando el modo de entender esta ciencia en Guatemala. Hoy, este personaje cumple diez años de fallecido.

Hoy, hace diez años exactos, ocurrí­a la muerte de uno de los guatemaltecos que dio un vuelco a la historiografí­a guatemalteca: Severo Martí­nez Peláez.


Este historiador nació y vivió como buen quetzalteco, quien vio la luz de la famosa Luna de Xelajú el 16 de febrero de 1925. Martí­nez Peláez destacó como buen estudiante, y, además, fue un amante de las causas polí­ticas; tanto así­, que fue miembro participativo de la Revolución de Octubre de 1944.

Fue uno de tantos que cruzó por la Facultad de Humanidades, recién inaugurada por el gobierno de Juan José Arévalo Bermejo. Sin embargo, no logró culminar su pujante educación, pues el movimiento contrarrevolucionario lo obligó a exiliarse en México, paí­s que lo acogiera en más de una ocasión, por lo que se convirtió en su segunda casa.

En el vecino paí­s mexicano, logró asilo y también pudo continuar con sus estudios, cursando el Doctorado en Historia en la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El exilio no duró mucho, y una vez como doctor en Historia, retornó al paí­s, en donde se dedicó a la enseñanza universitaria. Para 1957, ya se le observaba por los pasillos de la Facultad de Humanidades, presto a ofrecer sus conocimientos adquiridos durante sus largos y conscientes estudios.

Diez años después, la Universidad de San Carlos, en gratitud a sus servicios y en pro del avance cientí­fico guatemalteco, le otorgó una beca para que se dedicara a la investigación, por lo que viajó al Archivo General de Indias, en Sevilla, España, donde terminó de recabar los datos para la redacción final de su magna obra «La patria del criollo».

Esta obra, estudio consciente de la realidad colonial guatemalteca, a través del análisis de las crónicas de Francisco Fuentes y Guzmán, fue publicada en 1970 por la Editorial Universitaria. Severo Martí­nez y Peláez propuso una obra con varios años de reflexión: tardó 17 años en redactarla.

El libro tuvo una amplia aceptación dentro y fuera de Guatemala, especialmente entre los cí­rculos intelectuales. Sin embargo, la misma obra fue motivo para que buscara de nuevo el exilio, el cual lo realizó en un terreno conocido para él: México, paí­s que lo acogerí­a por segunda vez como perseguido polí­tico.

Por ese entonces, el conflicto armado interno se habí­a agudizado, y Severo Martí­nez Peláez habí­a creado un enorme revuelo con su publicación. Además, los cí­rculos intelectuales del paí­s, especialmente los investigadores históricos, no volvieron a ser los mismos, ni sus publicaciones. «La patria del criollo» habí­a sentado una nueva escuela historiográfica.

Mientras tanto, Severo Martí­nez Peláez ya no retornarí­a a asentar su hogar en Guatemala; solamente regresó una vez más, para recibir el doctorado honoris causa de parte de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Por su parte, Martí­nez Peláez continuó investigando para nuevos libros. La Universidad Autónoma de Puebla fue, esta vez, su casa y su centro de investigación, y también el lugar donde la muerte lo llegara a buscar para viajar a la otra vida, hecho que ocurrió, como ya se mencionó, hoy hace diez años.

Sus aportes

Con la publicación de «La patria del criollo», en 1970, se transformó una forma de pensar dentro de los intelectuales de Guatemala, sobre todo en aquellos que luchaban desde la izquierda ideológica del paí­s.

Severo Martí­nez perteneció, como se observó en su biografí­a, a esa generación de intelectuales que encontró su espacio dentro de la Revolución de Octubre y su posterior Primavera Democrática.

Uno de los más grandes aportes de este historiador, aparte de su obra, fue que se atrevió, por primera vez en Guatemala, en aplicar un análisis marxista de la realidad guatemalteca, revisándola desde sus orí­genes coloniales.

Hasta antes de «La patria del criollo», la historiografí­a era una ciencia sin que poseyera recursos ideológicos fuertes que lograra explicar, y sobre todo convencer, sobre el proceso que condujo a ser como es la sociedad guatemalteca.

La fuente primaria de Severo Martí­nez fue «Recordación florida» de Francisco Fuentes y Guzmán, vista por él como una genuina muestra del proyecto criollo durante la Colonia. Sin embargo, en el transcurso de la investigación, el autor fue incluyendo a otros cronistas coloniales, configurando en esencia cómo era la sociedad de aquel tiempo.

Advertencia


Inevitablemente hará quienes, motivados por un patriotismo falso y mal intencionado, dirán que en este libro se atenta contra ciertos «valores nacionales» -así­ entre comillas?.

No hallarán otro recurso cuando comprueben que el análisis cientí­fico remueve la máscara bajo la cual se oculta el verdadero rostro de nuestra realidad colonial. Sin embargo, el autor sabe que esa reacción sólo ha de darse entre minorí­as interesadas en mantener aquella ficción histórica. Un número creciente de guatemaltecos intuye, sin equivocarse, que nuestra afirmación como pueblo exige que aprendamos a renegar de nuestro pasado en tanto que es un pasado colonial; o lo que es lo mismo: la necesidad de reconocernos y afirmarnos más bien en nuestras posibilidades latentes proyectadas hacia el porvenir.

Aunque este libro no se propone exaltar ni negar valores, sino explicar realidades, el lector abierto a la verdad encontrará en él, si tal cosa busca, sólidos puntos de apoyo para una enérgica afirmación de nuestro ser social. Es solamente la vieja idea de patria criollista la que en este estudio pone al desnudo sus limitaciones. Con ello se despeja el camino para la formación de un concepto cada vez más amplio de patria guatemalteca, más integrativo, a tono con las exigencias democráticas de la época que nos ha tocado vivir.

Severo Martí­nez Peláez

Prólogo a «La patria del criollo» (fragmento)