Una consecuencia del crecimiento desenfrenado


Rescatistas chinos participan en un operativo de rescate en Zhouqu. FOTO LA HORA: AFP

Los aludes de barro que dejaron más de 1.700 muertos o desaparecidos en el noroeste de China, son la consecuencia de un desarrollo económico desenfrenado que fragilizó al medio ambiente y ya no se puede sostener, subrayan los expertos.


Los defensores del medioambiente lanzan regularmente advertencias contra la deforestación, la construcción frenética de carreteras o de represas hidroeléctricas, muchas veces por iniciativa de las autoridades locales.

La tragedia de Zhouqu, epicentro de los aludes de barro en la provincia de Gansu, «refleja los desafí­os y los riesgos que el crecimiento trae a las regiones pobres», declaró Li Yan, responsable de Greenpeace China encargado de los temas vinculados con la energí­a y el cambio climático.

«Las autoridades locales están bajo presión para eliminar la pobreza y desarrollar la economí­a, un proceso durante el que el medioambiente se degrada», añadió ese militante.

Las autoridades aseguran que los recientes aludes de barro son una catástrofe natural provocada por las lluvias torrenciales, pero hasta los propios medios oficiales chinos se interrogan acerca de las responsabilidades humanas en esta tragedia, que causó 1.117 muertos y 627 desaparecidos.

«La construcción de pequeñas represas hidroeléctricas, la explotación minera y la construcción de rutas afectaron gravemente el ecosistema y aumentaron los riesgos de corrimiento de tierras», señala el diario National Business Daily.

Hay más de mil represas hidroeléctricas a lo largo del rí­o Bailong, que bordea Zhouqu, según Zhang Qirong, un responsable de la oficina forestal local citado por el diario.

Luego de tres décadas de industrialización, China cuenta hoy con muchas de las ciudades y los rí­os más contaminados del mundo.

Consciente de esta degradación, el Gobierno chino se comprometió a mejorar la eficacia energética, y anunció recientemente un plan de cierre de 2.000 fábricas entre las más contaminantes del paí­s.

Los deslizamientos de tierras de Gansu se suman a otras calamidades medioambientales recientes, como la explosión de un tanque de la terminal petrolera de Dalian (noreste) el mes pasado, que provocó una grave contaminación en el mar Amarillo.

Pero a pesar del aumento del número de accidentes ecológicos (oficialmente en alza del 98% en el primer semestre de este año), China hizo progresos importantes, afirman los expertos.

«Pero sigue habiendo mucho trabajo por hacer», considera Deborah Seligsohn, directora del programa China del centro de investigación estadounidense World Resources Institute.

Aunque sea difí­cil reducir las emisiones de gases de efecto invernadero con un crecimiento de más del 10% anual, «los ingresos aumentan y los Chinos ven que pueden permitirse gastar más para el medioambiente, lo cual es una buena señal», considera.

Pero se necesita todaví­a un cambio de mentalidad. «Los responsables locales son recompensados cuando atraen inversiones y optimizan el crecimiento, esto es lo que los motiva, mientras que sólo son castigados cuando un accidente (medioambiental) provoca un bochorno o muertos», lamenta Patrick Chovanec, profesor en la Escuela de Economí­a y Gestión de la Universidad Tsinghua en Pekí­n.