Una Compañí­a Nacional de Teatro


Tengo a la vista un documento del maestro Luis Escobedo, en donde se refiere a la creación de la Compañí­a Nacional de Teatro. Este es un proyecto que data desde hace muchos años atrás, cuando fue Director General de Cultura y Bellas Artes, el gran maestro de la música í“scar Vargas Romero, con oficina en la Terraza del Palacio Nacional. Con él participó en este propósito el igualmente maestro Salvador Levy, director del Conservatorio Nacional de Música y Artes Escénicas. Así­ era.

José Antonio Garcí­a Urrea

Para entonces se integró una comisión de actores para discutir sobre ese proyecto, hubo varias reuniones pero el quid fue que unos proponí­an que esa compañí­a fuera con un director teatral y un elenco inamovible, salvo cuando por el reparto de la obra, hubiera que agregar personal de refuerzo. Otros opinábamos que no fuera así­, sino con director y elenco para cada montaje. No se llegó a ningún arreglo y la comisión se disolvió.

Más adelante se fundó el Teatro de Arte de Guatemala, TAG, a instancias de Manuel Galich, polí­tico verbo de la Revolución, Miguel Marsicovétere y Durán, literato de alta categorí­a y dramaturgo, Carlos Girón Cerna, ingeniero, literato y dramaturgo. Se efectuó el montaje de Ida y vuelta, de Galich; Ixquic, de Girón Cerna y la Mujer y el robot, de Marsicovétere. Ahí­ paró todo.

Cuando la actriz Norma Padilla fue Directora General de Cultura y Bellas Artes, integró esa compañí­a y realizó el montaje de Julio César, participé en él. Se programó un reprisse, pero llegó una «orden superior» de que se suspendiera. En ese í­nterin se prepararí­a otro montaje con director y actores diferentes. Julio César la dirigió ella. Ya no se volvió a hablar de la Compañí­a.

Con el propósito de capacitar actrices y actores, vinieron al paí­s dos extranjeros, Domingo Tessier y Carlos Catania, ellos impartieron cursos para los estudiantes de la Escuela Nacional de Teatro, en el Conservatorio de Música. Tessier preparó el montaje de Volpone, y aquí­ hay una anécdota especial. En el reparto figuraba el tenor y actor Augusto Monterroso, el Chato, que fue el primer guatemalteco que grabó discos aquí­ en Guatemala. Pues en uno de los ensayos (yo asistí­a en mi calidad de periodista cultural), a él se le ocurrió decir una morcilla de «borrón y cuenta nueva», nada que ver con la obra, esa frase la habí­a popularizado el Presidente Ydí­goras. Tessier le dijo que no dijera eso. El Chato la repitió y el director lo previno que si la repetí­a, lo sacaba del elenco, y así­ fue. El Chato perdió el papel. Pero resulta que al otro dí­a, a las ocho de la mañana, estaba siendo juramentado como Director General de Cultura y Bellas Artes. Susto y aflicción para Tessier.

El tema siempre ha estado vigente, y en la actualidad por lo que se dice, e incluso persisten las opiniones de que no sea una Compañí­a rí­gida, cerrada, sino que le dé participación a directores, actrices y actores que los hay muy buenos, no solo en la ciudad capital, sino en todo el paí­s. Una Compañí­a Nacional de Teatro fija, vendrí­a a ser un ente burocrático más. Hay que dejarla abierta, con un coordinador, ese sí­ fijo, para que llene su cometido de Compañí­a Nacional de Teatro.