Ayer, leyendo los comentarios que hacen los lectores vía Internet a lo que publicamos en La Hora, me llamó la atención lo expuesto por la señora Merce Woodward al referirse a mi opinión sobre el Partido Republicano puesto que ella se queja de que ha llegado a la conclusión de que yo no soy imparcial. Lamento el error de concepto de la estimada lectora, porque ocurre que a los periodistas se les exige ser imparciales al trasladar la información pero cuando uno escribe su opinión personal sobre algún tema, es natural que exprese su punto de vista.
ocmarroq@lahora.com.gt
Y mi punto de vista respecto a la forma en que se han comportado los republicanos en el manejo de la política interna de los Estados Unidos es la que ha leído la señora Woodward y que coincide con la opinión de muchos comentaristas norteamericanos que han seguido paso a paso la forma en que realizan campañas de desprestigio inmisericordes. No digo que los demócratas sean niños vestidos de primera comunión, pero sí que no llegan a los extremos que son característicos de las campañas políticas realizadas por los republicanos y no hay que llegar a extremos como el del caso Watergate en el que violaron la ley para espiar a sus contrincantes, sino que bastan casos como el de Thomas Eagleton, candidato vicepresidencial descabezado luego que los republicanos se robaron sus registros médicos para descalificarlo por haber recibido tratamiento psiquiátrico.
Pero lo peor ha sido la forma en que han explotado el miedo para ganar elecciones ahora con el argumento del terrorismo y la tendencia a descalificar como poco patriotas a los demócratas.
Anoche veía una película sobre la forma en que se manejó el recuento de votos en Florida y seguramente que los productores han de haber sido también parciales porque relatan las asquerosidades que hicieron tanto el gobernador Bush para ayudar a su hermano como la Secretaria de Estado de Florida que tenía a su cargo el manejo de las elecciones. Y eso para no citar el papel cínico de Baker, quien actuó con astucia política que tuvo un marcado contraste con la actitud pendeja de Warren Christopher, su contraparte demócrata, quien creyó que estaba dirigiendo una disputa entre caballeros y no un pleito callejero dirigido por políticos del tipo de Kart Rove que mostró su colmillo en esa fraudulenta elección.
Nunca he creído que la historia pueda ser juzgada objetivamente ni desapasionadamente. Los juicios de valor están siempre expresados por quien escribe la historia o trata de interpretarla. Creo que uno tiene que ser honesto con el manejo de los hechos para no inventar situaciones que no se dieron, pero evaluar las acciones de cada quien a lo largo de la historia es obligado y eso sólo puede hacerse con la carga subjetiva de quien realiza el análisis.
En La Hora tratamos de mantener la imparcialidad en el manejo de la información pero sabemos que eso no existe en las opiniones. Una opinión imparcial es tibia, desteñida y nada comprometida. Y hasta en la Biblia se nos dice qué pasa con los tibios de la tierra.