Es seguro que hubo muchas clausuras de fin de ciclo escolar de colegios privados, tal vez con pocas excepciones, en las cuales se omitió cantar al principio, como lo manda la Ley, nuestro bello Himno Nacional, mandato contenido en el Acuerdo Gubernativo Número 463-94, del presidente de la República, Ramiro de León Carpio, de fecha 25 de julio de 1994, el cual dice en su artículo 1o., «Los actos solemnes de la vida cívica, militar, política, cultural, educativa y deportiva, deberán iniciarse interpretando el Himno Nacional, debiendo los asistentes permanecer de pie; los ciudadanos civiles deberán conservar la cabeza descubierta y poner la palma de la mano derecha sobre el pecho, en el lado izquierdo».
Pues asistí a una de estas clausuras, en un colegio privado, el día anterior al día del Himno Nacional, que pasó desapercibido, incluso, para el Ministerio de Educación.
El tema de esta clausura se centró en realizar un viaje por diferentes países representados por los alumnos de preprimaria, todos vistiendo los trajes regionales de cada lugar y realizando una actividad distintiva correspondiente al país, tanto de Latinoamérica como de Europa. Los chiquillos se portaron a la altura. Un presentador, oculto, micrófono en mano anunciaba el país visitado y se proyectaba una imagen de un sitio conocido. Es de reconocer que la ambientación demostró que los encargados de prepararla son personas que han viajado al extranjero, pues se vio la sala de espera de abordaje, y a quienes pasaban llevando su carretilla de equipaje. En un rinconcito hubo una marimbita, sin duda para dar idea que los pasajeros salían de Guatemala. Todo iba bien, los papás felices de ver a sus pequeños hijos actuando.
Se anunció el número de cierre. El presentador, micrófono en mano dijo que se trataba de la ciudad de México y emocionado exclamó: ¡Viva México!, no hubo respuesta en el público. Cuando empezó la estampa salieron los chiquillos vestidos de mariachis, con guitarritas y trompeta y fondo musical correspondiente, luego salieron las niñas con trajes mexicanos, bailaron, también los mariachitos, el jarabe tapatío… y terminó todo.
Me puse a pensar hasta donde está bien que a nuestra niñez se le mexicanice. Pensé que el cuadro de cierre iba a ser una estampa folclórica nuestra, con nuestros bellos trajes típicos, marimbistas, fondo musical de marimba y como se acostumbra aquí, un alegre son chapín bailado por los actuantes, pero no. Hubieran agarrado fuego los asistentes.
Esto me llamó a otra curiosidad. En la parte frontal del proscenio se colocaron banderitas de cada uno de los países visitados, una por cada país, pero me encontré con que de las correspondientes a México había nueve entre las colocadas en ese lugar, en los adornos de globos de colores a cada lado del escenario, en las paredes del salón, una a la derecha y otra a la izquierda, bien vistas. En frente del proscenio dos supuestamente de Guatemala, azul, blanco y azul, pero azul negro. ¡Qué lástima!
Es de esperarse que tanto ese colegio, como otros, para la clausura de fin del año entrante sean guatemaltecos, y a nuestra niñez le enseñen que: Primero Guatemala, después Guatemala y por último Guatemala.