Si nos atenemos a que el gobierno del señor Colom marque la agenda para el debate de la próxima campaña electoral, nos tendríamos que atener a una campaña muy sosa, puesto que según él si se habla de las cuestiones sociales, es politizar el tema, mientras que de la violencia, ¡Ni hablar! Quien lo haga es, de entrada, un mentiroso confeso, porque Colom ya sentenció que no hay forma de abordar el tema sin incurrir en el engaño.
La verdad es que siendo tan graves los problemas del país, necesitamos un rico y profundo debate sobre todos los temas, empezando, desde luego, con los más graves que son los de inseguridad, corrupción y pobreza. De todos ellos hay que hablar seriamente, sobre todo para verificar que lo que digan los candidatos no sea la eterna paja que siempre usan para abordar los temas puntuales de la realidad nacional. Que no venga alguien a mentir diciendo que la violencia se combate con inteligencia, sin entender lo que eso significa ni explicar si habla de su propia inteligencia, a veces inexistente, o de la inteligencia referida al procesamiento de datos e informaciones para ir adelante del adversario, en este caso, el crimen organizado. Seguramente si se exige a los candidatos que expliquen su compromiso frente al crimen organizado, el Presidente dirá que están haciendo campaña negra porque lo están colocando a él en evidencia. Pero ese tema es fundamental porque no puede ser que vuelva a financiar la campaña del candidato ganador el grupo que ha tenido de rodillas al sistema de justicia y de seguridad del país. Es indispensable que se sepa el origen de los fondos que sirven para financiar la propaganda, porque aparte de los empresarios que compran la conciencia de los políticos, están también los grupos tenebrosos que los secuestran desde la misma campaña mediante donaciones que terminan llorando sangre. Todo lo que se diga en esta campaña, producto de las lecciones de la anterior, será objeto de cuestionamiento del señor Colom que pretenderá que hablemos del sexo de los ángeles porque todo lo demás, según su ilustrado criterio, está fuera de proporción y tiene la finalidad de hacer daño o, en el mejor de los casos, de propagar mentiras. Qué destino le espera a un país en el que se estigmatiza el debate y de entrada se afirma que todo lo que se diga sobre determinado tema son puras babosadas o expresiones mentirosas que pretenden hacer daño. Nos urge un debate profundo y ojalá que lo podamos realizar por el bien del país, con seriedad y tomando en cuenta los engaños de hace cuatro años para no volver a caer de papos.