Una bolita de fuego para el Presidente


Se está tratando especí­ficamente, en su fase culminante de procedimiento, lo relativo a la pena de muerte contra los criminales de gran peligrosidad.

Marco Tulio Trejo Paiz

Los reos que son juzgados y condenados en todas las instancias a la pena capital pueden interponer el recurso de gracia para evitar la inyección letal que ahora se emplea en sustitución de las descargas de fusilerí­a.

Hay opiniones encontradas en cuanto a dejar al Presidente de la República o a la Corte Suprema de Justicia la facultad de conceder la gracia a los condenados recurrentes. Cierto es que se trata de una brasa que ni el gobernante ni el supremo tribunal querrán tener en sus manos…

Casi la totalidad de la sociedad guatemalteca está pidiendo a gritos, desesperada e indignadamente, la pena de muerte para los siniestros individuos que no se han tentado el alma para asesinar a hombres, mujeres y niños con ocasión de robo, de graves ultrajes, de venganzas personales o polí­ticas, etcétera.

Algunos entes nacionales y extranjeros reprueban sincera o hipócritamente la extrema y controvertida condena impuesta a los pí­caros de hí­gados amargos que han segado la vida de sus congéneres. Y es que, a lo mejor, en el seno familiar, sus integrantes no han sufrido las atrocidades de asesinos, masacradores o genocidas, o bien hacen los planteamientos, a su manera, para «justificar» la jugosa remuneración.

Estamos seguros, más que seguros, que si hubiesen sido ví­ctimas sus padres, sus madres, cónyuges, hijos (de patio o de granja…) y otros seres queridos, esos oficiosos guardianes del «humanismo» no estarí­an oponiéndose a la pena de muerte y ni siquiera militando en tales entes vocingleros en los que medran a sabor y antojo. ¡Dolce far niente!

Dictadores como los que se han entronizado en los paí­ses centroamericanos, en otros patios latinoamericanos y en el estuoso Caribe no han tenido problemas al recurrir a los macabros actos patibularios, pues ellos se erigen en dueños de vidas y haciendas. En otras palabras, son «ombres» (sin h) de horca y cuchillo.

Los izquierdistas recalcitrantes son los que más alzan la voz tronando contra la pena de referencia aprovechando la libertad de la cacareada democracia, mas nada se atreverí­an a decir en la Cuba castrista, por ejemplo, donde otrora se produjo una ola de sangre en las dantescas prisiones y junto a los fatí­dicos paredones de fusilamiento.

continuará