Una baza publicitaria de Pekí­n con escaso futuro


La oferta china de mantener conversaciones con representantes del Dalai Lama tiene escasas posibilidades de ser un avance para Tí­bet, opinaron hoy los expertos, que la ven como una baza publicitaria de Pekí­n antes de los Juegos Olí­mpicos.


China anunció ayer que responsables gubernamentales se reunirí­an pronto con un representante del lí­der espiritual tibetano en el exilio.

El gesto fue muy apreciado por la comunidad internacional pero los expertos lo han calificado de desesperado intento de China de reducir la presión internacional causada por la violenta represión de unas protestas pací­ficas en Tí­bet en marzo, a menos de cuatro meses de los Juegos Olí­mpicos de Pekí­n.

Ello desencadenó una serie de protestas antichinas que en las últimas semanas ensombrecieron el periplo mundial de la antorcha olí­mpica, sí­mbolo para Pekí­n de su orgullo como anfitrión de la importante cita deportiva.

«Â¿Quién dijo que China está ciega? Esta oferta baja los humos a los manifestantes pro tibetanos ante los Juegos Olí­mpicos, que se han convertido en fuente de gran preocupación para China», sostuvo Anand Ojha, un analista polí­tico chino-indio de la universidad de Nueva Delhi.

China vilipendió sin piedad al Dalai Lama, culpándolo de los disturbios en Tí­bet que, según Pekí­n, se saldaron con 20 muertos mientras que el gobierno tibetano en el exilio denunció más de 150 ví­ctimas.

Hoy, China reiteró su dura posición hacia el Dalai Lama en un artí­culo publicado por el Diario del Pueblo, el órgano oficial del Partido Comunista Chino (PCC), en el que lo llamó «cabecilla de actos para sabotear el orden religioso normal de Tí­bet».

Pekí­n no dio detalles especí­ficos sobre las conversaciones propuestas, algo que, en cambio, es fundamental para los expertos.

Estos atribuyeron el fracaso de las anteriores discusiones -la última ronda fue en julio de 2007- al bajo rango de los negociadores chinos.

«El primer indicador de la seriedad de China será si enví­a altos responsables con un poder negociador real y sustancial», afirmó Andrew Fischer, un experto en Tí­bet de la London School of Economics.

En caso contrario, «es improbable que sea más que un diálogo», aseguró.

Los disturbios de marzo fueron, además, la última señal del creciente resentimiento por seis décadas de opresión religiosa y polí­tica china sobre la budista región de Tí­bet.

En este contexto, para muchos analistas la oferta china no es sólo una baza publicitaria de cara a la opinión pública internacional sino que indica que el gobierno de Pekí­n sabe que el crecimiento económico que ha impulsado en Tí­bet no le ha atraí­do la simpatí­a de la población.

Los expertos consideran, sin embargo, que la situación no cambiará hasta que Pekí­n no retire a su principal responsable en la región, Zhang Qingli.

Zhang es conocido por su dureza desde que se puso al frente del gobierno regional tibetano en 2005. De esa misma rigidez dio también prueba en su anterior destino, la región de Xinjiang (oeste), donde las autoridades de Pekí­n se enfrentan al mismo descontento entre millones de habitantes musulmanes.

«Si el Partido Comunista Chino está interesado en negociaciones reales, el primer paso es destituir a Zhang», recalcó Shakya.

«Mi esperanza es que esta oferta de conversaciones desacredite la polí­tica impulsada con dureza por China en los últimos cinco o diez años. El gobierno está preocupado porque esa polí­tica ha traí­do crecimiento pero no estabilidad», concluyó Fischer.