Un ya lejano domingo de diciembre


A partir de junio de 1954, en la última página de los pasaportes guatemaltecos estaba un sello en que expresamente se decí­a que quedaba prohibido viajar a los paí­ses detrás de la llamada Cortina de hierro. Se impusieron, además, severas restricciones para el regreso al paí­s.

Ricardo Rosales Román

En esas condiciones, salí­ de Guatemala en abril de 1964; ya lo habí­a hecho en otras dos oportunidades: en 1959 viajé a México y en 1962 a Moscú. Como ya lo referí­ anteriormente, durante cuatro años estuve en Budapest trabajando en la Federación Mundial de la Juventud Democrática (FMJD), en representación de la JPT. La tarea no era fácil. Una de las principales dificultades eran las comunicaciones con la dirección del partido en el interior del paí­s, lo cual se lograba superar, en parte, con el apoyo y orientación del representante del partido en Praga, en la Revista Internacional.

Durante aquellos años, la lucha armada estaba en auge en Venezuela y Colombia. En Guatemala, después del 13 de noviembre de 1960 y el intento en Concuá de abril de 1962, se marchaba tras la búsqueda y solución elaborativa y práctica de la ví­a y formas de lucha de la Revolución Guatemalteca.

En lo internacional, la viabilidad de la ví­a pací­fica para la toma del poder en las condiciones de la coexistencia pací­fica era la predominante; la ví­a armada se cuestionaba. La polémica chino soviética enconaba aún más la controversia. El antiimperialismo y la solidaridad internacionalista con los pueblos en lucha diferenciaba las posiciones revisionistas de las revolucionarias.

En los hechos, en Asia, ífrica y América Latina destacaba por su importancia la lucha revolucionaria, anticolonialista, contra el imperialismo estadounidense y los gobiernos dictatoriales y tiraní­as militares. En el sur de Vietnam, las sucesivas victorias de los patriotas vietnamitas, constituí­an el signo principal y decisivo de aquel momento. En ífrica se abrí­a paso exitosamente la lucha por la emancipación nacional y gobernantes independentistas y anticolonialistas estaban en el poder. En América Latina, la Revolución Cubana superaba duras y difí­ciles pruebas y se mantení­a imbatible a sólo 90 millas de la más poderosa fuerza imperial que conoce la historia.

Fueron también los años en que el Che intentara emancipar al hermano pueblo de Bolivia, y que cayó combatiendo en su heroico empeño. Ben Barka era secuestrado y desaparecido en el aeropuerto de Parí­s. El coronel Boumediene deponí­a al presidente Ben Bella, el dirigente histórico de la lucha anticolonialista en Argelia. En Guatemala, la soldadesca contrainsurgente asesinaba al destacado poeta y combatiente revolucionario, Otto René Castillo. En marzo de 1966 fueron desaparecidos para siempre 28 compatriotas revolucionarios, y en un accidente automovilí­stico ocurrido en la ciudad capital, morí­a el comandante Luis Augusto Turcios Lima.

Aunque en aquel momento todaví­a no era posible percibir la pujanza y poderí­o que habrí­a de empezar a alcanzar la República Popular China después del fracaso estrepitoso de la Banda de los Cuatro, lo que sí­ se podí­a advertir es que la situación en la Unión Soviética no andaba bien. El voluntarismo de Jruschov en lo económico y especialmente en la agricultura, determinó su caí­da en el verano de 1964. La desestalinización de la Unión Soviética a partir del XX Congreso del PCUS devino en algo así­ como una liberalización en lo social y cultural y en la desideologización y apoliticismo de buena parte de la juventud soviética.

La correlación de fuerzas en el trabajo juvenil en lo internacional no era favorable a las fuerzas revolucionarias y la lucha por la salvaguarda de la independencia ideológica y polí­tica, y el respeto a las posiciones consecuentes tendí­a a ser cada vez más complicada más no imposible de lograr. No era de extrañar, entonces, que en la FMJD las mejores relaciones de trabajo y camaraderí­a las tuviera con los representantes de la juventud vietnamita, con el delegado de la UJC de Cuba, con el representante de los jóvenes comunistas de República Dominicana, con el delegado de los juventud colombiana y, hasta antes de 1967, con el delegado de la juventud de Venezuela.

En agosto de 1968, la dirección del partido acordó mi retorno al paí­s. A finales de noviembre salí­ de Budapest rumbo a Viena, luego a Roma y enseguida a México. En México, el compañero Mario Silva Jonama tuvo a su cargo asegurar mi ingreso clandestino al paí­s. El segundo viernes de diciembre llegué a Tapachula y a eso de las 20 horas del dí­a siguiente, con la patrulla de frontera del partido bajo la dirección del compañero Juan Tche, nos encaminamos rumbo al Suchiate. A las once de la noche estábamos ya en territorio guatemalteco y en el vehí­culo a cargo del compañero conocido como el Canillón, ingresé a la capital a las seis de la mañana de aquel ahora ya lejano domingo de diciembre de 1968.

Concluí­a así­ una parte más de mi trabajo y lucha revolucionaria desde el exterior, y empezaba otra durante la que habrí­a de aprender cómo luchar en la clandestinidad a lo largo de 28 años.