Un viejo cementerio colonial


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El museo Popol Vuh organiza una conferencia mensual sobre aspectos de interés arqueológico o histórico. El tema de este mes se apartaba de las exposiciones clásicas como las investigaciones de El Mirador, Kaminal Juyú, Takalik Abaj, o sobre el uso de obsidiana o las vasijas sopladoras. Expondrían sobre los hallazgos arqueológicos en el cementerio antiguo de Sololá. Algo diferente del enfoque estereotipado de una arqueología limitada a montículos mayas o, en todo caso, de ruinas en La Antigua.

Luis Fernández Molina


Pero la arqueología es mucho más amplia y comprende otros estudios como el del referido camposanto. Más allá de los aspectos históricos el tema abrió las puertas para muchas reflexiones adicionales.

La doctora Marielos Corado –Universidad del Valle–, indicó que el proyecto se puso en marcha por iniciativa de la Municipalidad de Sololá. La primera reflexión es respecto a esa constante disputa entre el pasado y el futuro; el crecimiento de las poblaciones exige más espacio aún a costa de los sitios históricos. Era menester construir un nuevo mercado, mucho más grande y con facilidades modernas. ¿Dónde construirlo? Pues en el mismo lugar donde opera actualmente el mercado. Pues que empiecen las máquinas a excavar. ¡Un momento! en ese lugar está el viejo cementerio. O sea que ¿el mercado estaba encima de los enterramientos? Sí. Mientras abajo duermen los difuntos arriba los vivos están regateando precios. Antes de empezar las obras, se ordenó el estudio de rescate histórico. Muy buena decisión de la corporación municipal que, además, costeó todos los estudios. Felicitaciones.

Los equipos de jóvenes arqueólogos (que en Guatemala hay muy buenos) empezaron con excavar pozos de sondeo. En casi todos ellos descubrieron que había, sí, osamentas. Evidentemente todo el sitio era una gran necrópolis que se situaba hacia el poniente de la Iglesia. El trabajo se ampliaba y el tiempo se reducía; los arqueólogos casi sentían en sus espaldas la vibración de los tractores.

Sololá fue fundada cerca de 1550 y desde esa fecha empezaron los entierros hasta que Rufino Barrios ordenó habilitar el nuevo cementerio. Por lo tanto que se realizaron inhumaciones por más de 330 años; para ponerlo en perspectiva nuestro Cementerio General tiene 130 años, casi la tercera parte del tiempo.  Encontraron restos de adultos y niños, de hombres y mujeres. Hoy parecen solo huesos, pero fueron vida, personas que respiraron y amaron; que tuvieron alegrías y sinsabores, esperanzas y desilusiones, salud y enfermedad, amistades y rencores. Casi no se encontraron ataúdes por lo que se deduce que la mayoría de la población era pobre y se les envolvía en un petate. Pocos artículos se acompañaron a los enterramientos (algo de cerámica de Jilotepeque) y menos artículos suntuarios (unas cucharas, pocas monedas).  Llama la atención los entierros colectivos, de familias enteras que indican que hubo varias epidemias o pestes que exterminaban a varios miembros de la familia.
Recuperaron cerca de 7 mil osamentas que, sin identificación alguna (¿cómo?), colocaron en cajitas de madera. Se les trasladó a un salón comunal donde se ofició misa, ceremonia maya y servicio evangélico. Pero luego vendría lo más emotivo, prácticamente todo el pueblo se agolpó para que, cada uno llevara en hombros de manera muy solemne los restos de sus antepasados. Fue una gran ceremonia, con incienso y flores, donde los huesos de la excavación se llevaron a una fosa común en el nuevo cementerio.

Por otra parte la construcción del moderno mercado sigue adelante. La vida continúa y en otros 300 años habrá necesidad de un nuevo mercado.